Hace tiempo, venimos asistiendo a un fenómeno llamativo: La lenta agonía de la televisión en abierto. La situación en cuestión no resultaría tan llamativa si no fuera porque, a diferencia de la prensa en papel, donde la agonía viene impuesta por los tiempos, en el caso de la televisión parecen ser los grandes grupos mediáticos los que han promovido esta situación. Como si de un acto de canibalismo se tratase. Tal y como ha definido algún analista, 2023 resultó ser el año negro de la televisión en España. El consumo televisivo per cápita ha caído a mínimos históricos y las apuestas tradicionales por géneros como las grandes producciones de series españolas, el cine de mayor calidad o emblemas históricos de algunas cadenas ya no funcionan.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Probablemente, no exista un único motivo que explique la situación actual, pero sí debemos analizar varios factores. El consumo televisivo ha caído de media, en los 10 últimos años en torno a un 25%, hasta las 3 horas. Si analizamos por grupo de edades, los datos son todavía más significativos entre los menores grupos de edad, hecho que se explica claramente por la aparición de las plataformas OTT (Netflix, Amazon, Max…). Estas permiten visionar lo que uno quiere, cuando uno quiere, y sin publicidad. Sin embargo, no hay que olvidar que nos encontramos ante servicios de pago, cuya cuota ha ido in crescendo año a año. Entonces, ¿cómo se ha dejado “comer la tostada” la televisión en abierto?

Como ya sucedió hace treinta años en el mundo de la radio, las cadenas de televisión han llevado a cabo una estrategia de imitación para competir en audiencias. Comparando las parrillas televisivas de las cinco principales cadenas, todas tienen una estructura parecida.

En mi opinión, gran parte de la situación se explica por la mala evolución que ha experimentado el concepto de entretenimiento, ligado a conceptos como “el directo”, y la rentabilidad de las grandes cadenas. Uno de los grandes causantes que ha echado a jóvenes y no tan jóvenes fuera de la televisión lineal ha sido el progresivo retraso, deterioro y menosprecio del prime time televisivo. En dos palabras: El Hormiguero. Las cadenas han constatado que es mucho más rentable a corto plazo la emisión de productos de baja calidad televisiva, pero que reúnen grandes audiencias y cuyo coste de producción es ínfimo en comparación con la producción de series, la adquisición de premiados largometrajes o de otros formatos más innovadores… y más caros.

Como ya sucedió hace treinta años en el mundo de la radio, las cadenas de televisión han llevado a cabo una estrategia de imitación para competir en audiencias. Comparando las parrillas televisivas de las cinco principales cadenas, todas tienen una estructura parecida. Es imposible encontrar buenas series o películas que empiecen a las 22:00, pero también resulta complicado ver alguna cadena que a últimas horas de la tarde no recurra a un manido concurso o a una previsible tertulia durante la mañana. El resultado es que las televisiones son, en España, modelos de negocio altamente rentables que han ajustado su programación a su cuenta de resultados, obteniendo, a corto plazo, unas audiencias razonables. En cambio, están expulsando en el medio y largo plazo a su público potencial.

A pesar de ello, el consumo de la televisión en abierto sigue siendo hegemónico, abarcando en torno al 80% del consumo, frente a un residual 15% de las plataformas “a la carta”. Sin embargo, es una tendencia que va a menos y que, como señalaba, a medio plazo puede implicar la canibalización del medio. ¿Podríamos llegar a ver, dentro de dos o tres décadas, un consumo residual de la televisión en abierto en España? No me atrevo a aventurarlo, pero lo que sí está claro ya es que las nuevas generaciones prefieren las plataformas bajo demanda por motivos tales como:

  • El abandono de los contenidos de calidad y las grandes producciones en el prime time televisivo.
  • El retraso progresivo del inicio de los pocos contenidos interesantes de estreno, que concluyen más allá de la medianoche y que impide conciliar los hábitos de sueño.
  • La elevada inversión en contenidos propios y el incremento considerable de la oferta bajo demanda en distintas plataformas, donde pueden visionarse géneros y títulos muy variados.

Socialmente, además, las consecuencias son también preocupantes, ya que los medios tienen como función informar, formar y entretener. En los últimos tiempos estos tres objetivos han quedado muy supeditados a la imitación de las mismas estrategias de programación en favor de una mala entendida competencia dentro del oligopolio televisivo imperante. Dado que la estrategia de programación se basa en objetivos y resultados altamente cortoplacistas, resulta muy arriesgado para cualquier cadena romper la estructura de programación basada en el tridente Pasapalabra-Noticias-Hormiguero. ¿Qué pasaría si alguien lo intentara?

Hace unos años hubo tímidos intentos por parte de RTVE de acabar con esta dinámica. Durante unos meses se adelantó la programación de prime time  a las diez de la noche. Los resultados fueron frustrantes, aunque en mi opinión fallaron otros condicionantes en dicho experimento. En primer lugar, la crisis de credibilidad, relevancia y audiencia que sufre el medio público desde hace más de una década, condena al fracaso casi cualquier apuesta arriesgada que no se mueve por los patrones tradicionales. Además, como consecuencia de las restricciones presupuestarias y la falta de visión de los directivos del Grupo, los contenidos programados eran mayormente de muy baja calidad, poco interesantes y estaban poco anunciados y promocionados. La falta de liderazgo de una radiotelevisión pública que debería romper esta dinámica se ha puesto de manifiesto, más que nunca, estos últimos días con el espectáculo bochornoso acontecido en el Consejo de Administración de RTVE.

Sin embargo, creo que existe un ejemplo para la esperanza. Hemos comprobado como en los últimos años, las televisiones autonómicas, a pesar de actuar como auténticos “voceros” de sus respectivos gobiernos autonómicos habiendo perdido por el camino su independencia y credibilidad, están obteniendo buenas audiencias entre el público las programaciones especiales que se vienen realizando para cubrir los eventos destacados de proximidad. Esto demuestra que, cuando se apuesta por contenidos bien trabajados que resultan de interés, la audiencia en el medio plazo acaba reconociéndolo.

Por último, el hecho de tener un panorama mediático muy poco plural, donde a pasar de tener muchas ventanas (canales) para ver distintos contenidos, todo queda reducido a tres grandes grupos mediáticos que tampoco favorecen la innovación y la creación de contenidos alternativos y novedosos. En definitiva, a lo largo de los próximos años podremos analizar la evolución del medio, pero la tendencia actual marca un proceso de canibalización de la televisión en abierto que debería preocupar, especialmente, a todos aquellos que de una u otra manera dedican su vida a la televisión.

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