Desde la convocatoria de elecciones para este próximo 23 de julio, venimos escuchando innumerables propuestas de los candidatos a la presidencia de nuestro país. La economía, como acostumbra, ha sido y será la protagonista de los comicios, probablemente seguido por el empleo, jubilaciones y la gratuidad de numerosos servicios. Entre estos temas se han colado intencionadamente algunos con el ánimo exclusivo de distorsionar la realidad social y de acaparar el foco del debate. Pactos que nunca existieron, enemigos ficticios de España, privilegios irreales del presidente, y un largo etcétera que, sin duda, consiguen opacar los problemas reales de la ciudadanía.

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Ahora, no es algo que no hayamos vivido antes. En especial, las mujeres estamos desgraciadamente acostumbradas a ver cómo no valemos lo suficiente como para merecer una mínima mención en sus discursos. Ni siquiera con la comodidad y rapidez que ofrecen las redes sociales.

Los datos, desde que se empezó su contabilización, vienen reflejando un panorama terrorífico. Desde 2003, 1.209 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas. En lo que llevamos de 2023, 25 de ellas, con una especial incidencia en estos meses de verano. Podríamos aportar infinidad de datos que confirman esta situación tan crítica, como las mujeres inscritas en el Sistema VioGén o las protegidas policialmente. Sin embargo, parece que ninguna hace saltar las alarmas de la esfera política como merece.

Si bien no venimos escuchando muchas propuestas  respecto a la erradicación de la violencia sobre las mujeres, las menciones que en este sentido se han hecho son lamentables. Comenzando, en primer lugar, por las lonas colgadas por Vox en grandes ciudades con la imagen del logo feminista lanzado a la basura. Es sorprendente después de tantos años de lucha y tantas conquistas sociales del movimiento. También por el minúsculo rechazo manifestado por los políticos. Pero sobre todo, por el amparo de las instituciones públicas encargadas de velar por el cumplimiento de cuestiones tan básicas como el respeto, la tolerancia y la igualdad en escenarios clave como una campaña electoral.

Son igualmente dignas de mención las pocas apariciones públicas en las que nuestros representantes se han tomado la molestia de hablar sobre feminicidios. En especial, destaca la derecha y sus aliados radicales (PP y Vox): negación insistente, “divorcios duros”, evasivas para hablar de terrorismos que no son el machista… Decenas de víctimas que son usadas como arma arrojadiza para herir al contrincante sin tampoco proponer alternativas de actuación para atajar esta lacra. En definitiva, todo tipo de justificación de la violencia de género que, en sí, suponen también un tipo de violencia hacia nosotras. Tal es la osadía de algunos que incluso Olona ha procurado reírse de las mujeres, iniciando su campaña electoral en un prostíbulo, e incitando a la continuidad de las agresiones sexuales como si de ocio se tratase.

Sin embargo, por muy dueña del issue que sea la izquierda, su campaña no está a la altura de la problemática misógina. Al inicio de las negociaciones parecía que el ministerio de Igualdad sería clave, pero todo aquello quedó reducido a una lucha de poder y de sillones, algo que jamás será tan importante como los crímenes machistas.

Ni siquiera tras ello ahora aparecen en los discursos de la izquierda, pues parece que un puñado de palabras vacías solucionarían incógnitas claramente estructurales. Así, el único partido que parece abarcar el asunto de un modo más serio es el Partido Socialista, pues es el único que propone la abolición del sistema prostitucional y de los vientres de alquiler, ya que Sumar se muestra tímidamente a favor de su regulación.

Es entristecedor que la clase política sea incapaz de superar sus diferencias ideológicas y luchar conjuntamente para acabar con la violencia de género. Lejos de contribuir a la lucha de esta lacra, la justifican, perpetúan y normalizan en la ciudadanía española. Porque, a pesar de que se hable de ella como una prioridad, sigue siendo “de segunda”. Mientras que no de tantos votos como otros temas jugosos, la mitad de la población no estará en el foco del debate.

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