Como todo en la vida, la primera vez de algo se afronta con ilusión, ganas, miedo, nerviosismo…Por eso,  en mi primer artículo para la sección de Cultura de Código Público quería hablar de un asunto o  de  un lugar muy representativo de mi vida y, a decir verdad, de muchos de los que estaréis leyéndome en este momento. ¿Qué otra cosa podría ser sino el bar?

Ese lugar de reunión por excelencia, cuyo ambiente relajado o de fiesta, nos permite intercambiar con nuestros amigos, compañeros o  simples desconocidos algunas de nuestras experiencias e historias más gratas.

Quiero pues rendir homenaje a  todo ese bagaje cultural que recogen nuestros “benditos bares” como los definía el  famoso anuncio de Coca Cola. En España, encontramos cientos de miles de este tipo de locales que se reparten por todo el territorio.  Y como decíamos: los bares son una parte fundamental de nuestra cultura y nuestro tejido social.

La clientela, que a veces forma parte del propio mobiliario, la música, los camareros y los elementos decorativos que se colocan por todo el espacio consiguen que el bar adquiera una identidad propia y, por eso, muchos de nosotros consideramos que es el sitio idóneo para pasar nuestro tiempo.

Y es que son innumerables las veces que mis padres me han regañado  a la hora de comer el domingo con el  pollo asado en el plato emanando calor sobre mi cuerpo más bien resacoso. ¿Que qué hago tantas horas en el bar? Yo os explico:

El bar es un lugar de intercambio cultural. Si no me creéis, preguntadle a Arturo Pérez- Reverte desde dónde escribe a sus seguidores los domingos por la mañana: desde el Bar de Lola. Ahora también desde su Bar de Zenda, un lugar de intercambio de conversaciones sobre literatura, comentarios, reseñas, recomendaciones y entrevistas donde comparte con sus amigos lo que el periodista llama “Añejos, códigos de amistad”.

Grandes figuras de la literatura universal como Ernest Hemingway, premio Pulitzer y Nobel de Literatura, encontraban sus codiciadas musas de la inspiración en nuestros bares, con la pluma en una mano y la jarra de cerveza muy fría en la otra.

Desde el momento clásico de  lectura de la prensa diaria en la cafetería de al lado del trabajo hasta la conversación, entre cervezas, con tus colegas de cuáles son las series del momento se aglutinan dentro del concepto “cultura de bar”. Porque todos hemos visto alguna vez a la camarera de turno  apoyada en la barra leyendo el libro que le ha regalado su novio o nos hemos tragado un documental  de hora y media sobre la trayectoria de Pelé esperando a que empiece el partido de la semana. Que si Tarantino está sobrevalorado, que si Breaking Bad es la mejor serie de la Historia o que  cuál es el verdadero significado de Bohemian Rhapsody, el himno de Queen.

Porque no podemos olvidarnos del papel de la música. La mayor expresión de arte que cada día acompaña a sus transeúntes: una «remezcla» generacional y étnica muy interesante. Rock, pop, folk, indie, heavy, reguetón… cientos de acompañamientos musicales que amenizan nuestras múltiples conversaciones, inspiran declaraciones, nos permiten disfrutar de unos buenos bailes o nos tienen clavados soltando penas y brindando por amor.

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