Ya es más de media tarde, la noche empieza a caer en Ámsterdam. Sobre los canales, una masa de gente, en la que se mezclan turistas curiosos y borrachos con ganas de fiesta, pasea entre coffee shops, carteles pornográficos, luces de neón, burdeles y prostitutas exhibidas en escaparates. Así es el paisaje del Barrio Rojo, el barrio más celebre (o atracción turística) de la ciudad de Ámsterdam. Sin duda, la espectacularidad del lugar se debe a ese morbo que tiene el ser humano por lo prohibido, bueno lo que en la mayoría de países está restringido, las drogas y, principalmente, la prostitución.

Regulación y prostitución

La cuestión de la prostitución es enormemente controvertida, por eso creo que es importante contextualizar y explicar la regulación, a grandes rasgos, en la que está el Barrio Rojo. Primero decir que los Países Bajos tiene una postura legalista sobre la prostitución, frente a otras posturas como la abolicionista, en el caso de Suecia, o la alegalidad, en el caso de España. En el año 2000, el Gobierno neerlandés levantaba la prohibición sobre los burdeles y las prostitución. La justificación: evitar los abusos en la prostitución, además de una regulación de la actividad. Con el reconocimiento de las prostitución como un servicio sexual, los burdeles pasaban a ser locales de negocios y las prostitutas se convirtieron en trabajadoras legales. Sobre la regulación, son los municipios quienes obtuvieron las competencias legales, otorgando el numero de licencias, estableciendo el lugar donde ejercer el servicio y limitando, en mayor o menor medida, la actividad. También, se debían garantizar una serie de garantías respecto a la salubridad: higiene personal, entrega de preservativos, o los chequeos médicos para trabajadoras y clientes. Además de esto, la prostituta es equivalente a la trabajadora, permitiéndole acceder a una serie de derechos laborales como decidir qué clase de servicio ofrecer, acceso a las pensiones o el derecho a organizarse en sindicatos.

La cultura neerlandesa. Capitalismo, protestantismo y prostitutas

Hubo algo que me llamó la atención, una guía con la que hice un tour decía: “Aquí que un padre se vaya a primera hora de la mañana a ver a una prostituta y luego se vaya a trabajar, eso está socialmente bien visto por la sociedad, incluso por su familia”. Podemos dudar cuánto puede haber de cierto en esta afirmación pero la verdad es que no deja de ser sorprendente ¿De dónde viene esta cultura neerlandesa de legalizar lo generalmente prohibido? Quizás sea fruto de su historia nacional, un Estado nacido en el siglo XVI donde floreció la burguesía gracias al comercio mundial. De aquel primer vestigio de capitalismo, hasta nuestros días, donde cualquier actividad pueda ser sometida a las reglas del mercado: creando el mercado del sexo o el mercado de la marihuana. Además, su condición de ser un país de origen calvinista les ha llevado a crear siempre rentables negocios. Tal relación trazaba Weber entre el protestantismo y el auge del capitalismo (La ética protestante y el espíritu del capitalismo), en el cual la creencia calvinista de la predestinación: el éxito en la vida terrenal, mediante el trabajo y la acumulación de riqueza, es un reflejo de tu posterior salvación divina. Quizás por ello esté bien visto que este padre de familia, exitoso en su vida laboral, pueda frecuentar prostitutas; ya sea porque si le va bien es porque está determinado a salvarse o porque si el negocio del sexo es rentable, pues que siga siendo negocio. Sin duda, esto último es una exageración pero veo importante ver el ADN cultural para entender la mentalidad de una sociedad.

El Barrio Rojo frente al turismo masivo

Desde hace unos años, las ciudades europeas se han visto obligadas a combatir un nuevo fenómeno que amenaza con alterar la ecología urbana, la turistificación. Esta problemática, nada ajena en nuestro país por los sonados casos de Madrid y Barcelona, ha afectado a la ciudad de Ámsterdam por la oleada de turistas que han ido llegando. Respecto al Barrio Rojo, teniendo en cuenta de que es uno de los emblemas de la ciudad, la convivencia en el Barrio se ha vuelto tensa. Las quejas de las prostitutas han aumentado, se sienten como monos de ferias ante los ojos de los turistas que vienen a fotografiarlas y burlarse de ellas. La alcaldesa, Femke Halsema, para aplacar el problema de la turistificación ha tomando medidas como limitar los días para alquilar un piso turístico o el número de licencias de guías turísticos. En cuanto al Barrio Rojo, desde el Ayuntamiento se han lanzado diversas propuestas entre las que se encontraría cerrar el Barrio, una posibilidad que ha divido a la opinión pública. En cualquier caso, Ámsterdam ha tomado conciencia para crear un turismo sostenible y devolver a los habitantes su ciudad.

Como hemos señalado antes, la prostitución es un tema de gran controversia. Incluso en el seno del movimiento feminista existen diversidad de posturas. Desde un punto de vista abolicionista, sobre el Barrio Rojo se desprende una lectura acerca del patriarcado. Ya no es solo la cosificación de la mujer como una unidad de consumo, sino también, la propia exhibición del cuerpo de la mujer como reclamo para el turismo. El Barrio Rojo es incómodo por ser una realidad palpable cuando paseas por Ámsterdam, incómodo porque es una realidad que polariza el debate entorno a la prostitución.

Ah, por cierto, qué casualidad que no viera ni un solo hombre ejerciendo la prostitución.

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