“Y así quedo sellada, bajo una leve llovizna neoyorquina, la imprudencia de convertir a un reportero en director de periódico”  (Jiménez, 2019). De esta manera, David Jiménez describe al comienzo de su libro como pasó de ser un corresponsal en el extranjero que llevaba 18 años trabajando fuera de España y se convirtió en el director de El Mundo, uno de los medios de comunicación más importantes e influyentes de nuestro país.

El libro de David Jiménez narra la propia etapa del autor al frente del diario El Mundo desde una perspectiva personal en la que muestra la cara oculta del periodismo y de la alta sociedad que los ciudadanos “corrientes” no podemos distinguir. 

Jiménez dedica el libro a los futuros periodistas, lo que va a cobrar mayor sentido a medida que avanza la obra. Esta, supone un “bofetón de realidad” para todos sus lectores pero sobre todo Para quién Jiménez dedica el libro, para los periodistas del futuro. Expone levemente el funcionamiento invisible de la política, economía y medios de comunicación y muestra las redes de influencias y contactos que dirigen la sociedad en la que vivimos. El libro, permite abandonar la visión romántica de la profesión periodística para obtener una percepción global del oficio que muestre también los trapos sucios que se intentan esconder.

Jiménez muestra la cruda realidad que afecta al periodismo de nuestro tiempo y que destaca como causa de la difícil situación que vive la profesión en los últimos años. “Los capos habían creado pequeños cortijos a su alrededor, desde donde defendían su territorio, pagaban lealtades y conspiraban contra potenciales rivales. Los mediocres buscaban protección, conscientes de que en la carrera interna solía ser mas rentable trabajarse el despacho que la exclusiva” (Jimenez, 2019). El autor plantea al público que los conceptos de  esfuerzo y el talento individual quedan apartados con el único fin de sobrevivir en un mudo laboral que premia a los obedientes y castiga la iniciativa y la creatividad. Este caso afecta a muchas otras profesiones por lo que fácilmente nos hace sentirnos identificados con su historia.

 

“Yo soy el bueno y por eso no me queréis”

 

En diferentes ocasiones Jiménez habla de su “integridad periodística”, la cual se veía amenazada ante decisiones controvertidas. “¿Acaso no estaba siendo egoísta si elegía publicar, sin tener en cuenta las consecuencias que podía tener para mis periodistas? Si elegía no hacerlo, ¿no estaba traicionándoles también, al fallar en mi defensa de la integridad del diario? ¿Había alguna manera de hacer ambas cosas, cumplir mi promesa de ser leal a la redacción y a los lectores, y no poner en riego las cuentas del diario?” (Jiménez, 2019). De esta forma el autor se victimiza sobre cual es la mejor forma de actuar aunque realmente solo desea mostrar su superioridad moral frente al periodismo de interés y favores. 

Otra idea destacada del libro en la misma línea de las anteriores, es la sumisión de los medios de comunicación ante el gobierno, ante el poder. Independientemente de la ideología del partido al frente del estado, este va a intentar someter a la prensa para controlar que esta no le perjudique y evitar el rechazo ciudadano. Un claro ejemplo de ello es la conversación entre el exministro del Interior Jorge Fernández y David Jiménez, que encontramos en el libro: 

“—¿Sabes? —dijo—. En estas elecciones lo vamos a tener difícil. Las encuestas no están con nosotros. ¿Por qué El Mundo nos trata tan mal?

—Tratamos igual a todos los partidos, ministro.

La Razón y ABC no nos preocupan. Ya sabemos que están con nosotros y dirán que todo lo hacemos estupendamente. Pero vosotros podéis decidir las elecciones, ahí están los indecisos, en El Mundo. 

—Nah —dije. Las elecciones todavía las decide la televisión.

—Eso es verdad, vosotros y Antena 3. Son los medios que importan al gobierno. Mi pregunta es: ¿podemos contar con vosotros? El país se enfrenta a enemigos peligrosos. No son tiempos para la neutralidad” (Jiménez, 2019).

Sin embargo, a pesar de ser una obra útil para alguien que empieza a estudiar periodismo y tratar temas relevantes de la sociedad en la que vivimos, la obra manifiesta el exacerbado egocentrismo de David Jiménez. En primer lugar, la obra esta escrita plenamente en primera persona, algo que es lógico por la condición autobiográfica de las experiencias narradas por el autor. Sin embargo, en el transcurso del libro observamos como él autor se distingue del resto de la profesión periodística en decadencia, envolviéndose en una falsa sabana de moralismo que esconde la realidad de su dirección al frente del diario, su incapacidad para reflotar El Mundo (Salvador, 2019). 

Jiménez llevaba años sin trabajar en una redacción, y aunque es innegable su talento como corresponsal, la dirección de un gran periódico no puede asemejarse a lo que él estaba acostumbrado. “Como un sorprendido grumete, el periodista narra su aterrizaje como capitán en el puente de mando de un trasatlántico sin los conocimientos ni la experiencia suficiente. Esa es su coartada para destrozar desde un infantil romanticismo profesional todo lo que descubre en el cargo” (Salvador, 2019).  En la cita introductoria de mi reseña, Jiménez deja caer, aunque sin llegar a reconocer que El Cardenal, apodo dado a Antonio Fernández Galiano, se equivocó al elegirlo como director.

 

Venganza periodística

 

El penúltimo capítulo de la obra se titula La Traición, en este expone como Fernández Galiano conspira para eliminar a Jiménez del cargo y lo consigue. Tras un año al frente del diario Jiménez es destituido, en este momento colapsa su relación con El Cardenal, quien le había prometido tiempo y medios para realizar su proyecto periodístico que cambiaría el periodismo del momento y devolvería al diario a donde debía estar. Pero la fantasiosa visión de Jiménez sobre como dirigir  el periódico nunca estuvo acorde con los planes de Fernández Galiano que miraba por una dirección basada en los favores y privilegios que durante tantos años había funcionado en El Mundo.

En el último capítulo, Jiménez recoge en tres frases la esencia de uno de los pilares principales que sostienen su libro, la venganza contra El Cardenal.  Cuando el autor cuenta que sus compañeros le animan a que vaya a Italia y cuente la conspiración de Fernández Galiano pero Jiménez se niega dice así: “Había un argumento puramente práctico: Mis capacidades para la deslealtad, la confabulación y la doblez jamas podrían competir con las de un adversario que llevaba toda una vida perfeccionándolas” (Jiménez, 2019). Esta venganza personal más propia de un niño que de un profesional de la comunicación, se materializa mediante una crítica continuada de su gestión a lo largo de todo el libro.

Las ideas subrayadas por el autor a lo largo de su obra se resumen en la crítica total hacia el sistema político-económico que obstruye los medios de comunicación. Este bloqueo se lleva acabo mediante  amenazas, mentiras, chantajes y manipulaciones por parte de los poderosos para evitar que los medios puedan perjudicar su estatus socioeconómico, el cual esta por encima de todo y de todos. Sin embargo, un proyecto de estas características ha despertado un gran interés entre los integrantes de los grandes medios, empresas y partidos políticos por sus posibles consecuencias, pero finalmente se ha quedado en un libro de cotilleos. “Como documento de no-ficción que denuncia las infecciones y achaques del periodismo, se queda corto en investigación y largo en chismes” (Mota, 2019). 

David Jiménez expresa un candente sentimiento revanchista hacia aquellos que le impidieron realizar su proyecto periodístico. Que este proyecto fuese el adecuado o no para el periódico es otra cosa, pero era el suyo. 

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