Estos días tan próximos a que Madrid celebre sus elecciones autonómicas se cristaliza en twitter una tendencia que para nada es nueva, sino que la gente de mi generación ha asumido como natural y ya poco se puede hacer para negar lo innegable. “El periodismo es la segunda profesión peor valorada de España” decía una de mis profesoras del primer año de carrera “sólo por encima de la política”.

El descontento con los medios de comunicación no es una cosa general, de hecho; volviendo a la afirmación de que la política es la profesión peor valorada podemos llegar a la idea de que, de la mano, es el periodismo político precisamente el que más criticado y desprestigiado ha sido.

Pero ¿desde cuándo es esto así? ¿a qué se debe? ¿es la parcialidad del periodismo político poco ética?

Ahorrándome otro tipo de análisis sobre la incidencia de ciertas redes sociales en la formación de una opinión pública si cabe cada vez más radicalizada, o la audiencia de cierto tipo de periodismo sensacionalista (que muchas veces se hace pasar por periodismo político también), hoy vamos a ver algunos de los puntos clave para entender el periodismo político en España.

 

El primero de ellos, como señala Andreu Casero-Ripollés en su manual “El periodismo político en España, algunas características definitorias”, es la fuerte politización de los medios de comunicación. Dichos medios, lejos de buscar una cierta imparcialidad, tienden a identificarse con tendencias ideológicas que quedan plasmadas en su línea editorial.

Aquí cabría hacer una pequeña parada para preguntarse si esto se trata de un hecho positivo o negativo; pues, aunque normalmente tienda a percibirse como lo segundo, desde mi punto de vista, es preferible la parcialidad periodística explícita a una aparente ecuanimidad (mucho ojito, de hecho, con los medios ecuánimes; aunque haya quienes realizan su labor con ética, otros tantos acaban cayendo por su inclinación ideológica confundiendo al lector poco informado). Todo esto siempre, por supuesto, en el caso de que en el sistema mediático exista mucho pluralismo político.

 

Ahora bien, Andreu postula que hay mayor implicación política de los medios en España que en el resto de Europa ¿a qué puede deberse esto?

Según el autor este hecho hunde sus raíces en la época de la transición a la democracia española, tras el franquismo, cuando los periodistas se convierten en una suerte de aliados de la clase política con el objetivo común de mover la opinión pública a favor del establecimiento de la nueva democracia.

Es tras esto cuando el periodismo político español adquiere una visión distinta a la de otros países sobre su misión política, marcando (dependiendo del medio) sus diversas orientaciones ideológicas con el fin de potenciar su influencia sobre los ciudadanos.

Hay quien dice que desde entonces hasta principios de siglo se vivió la época de oro de la prensa en España; libre, plural y sujeta a unos principios éticos.

¿Cuáles son los factores que han propiciado el declive?

El primero de todos, el cambio al formato digital. Esto ha hecho que cada vez más medios dependan de las subvenciones, por lo que la autonomía profesional de los profesionales ha quedado limitada bajo las presiones de las corporaciones que mantienen a los medios.

Para paliar esto han surgido nuevos modelos de autofinanciación, pero seamos sinceros ¿Quién estaría dispuesto a pagar por prensa libre y de calidad hoy día? Una minoría.

 

Otro factor es la poca capacidad crítica del público, que tiende a consumir simplemente aquellos medios que reflejan su ideología; buscando más el reforzamiento de las convicciones ya existentes que la información.

Es más, que los medios más importantes estén subvencionados tampoco debería hacer peligrar la democracia lo más mínimo si atendemos al hecho de que existen diversas líneas editoriales, capaces de hacer periodismo desde su identidad partidaria. Un lector que desee ser crítico, antes de echar piedras contra el periodismo “per se” deberá hacer el ejercicio diario de mirar varios medios para aproximarse a una visión más global de la realidad política.

Pero ¿Cuántas veces es esto así?

Mayoritariamente se busca el titular rápido del medio de confianza, el que ridiculiza al partido que jamás votaríamos y nos hace creer que, en el fondo, lo estamos haciendo genial votando lo que votamos, aunque a veces no sepamos ni por qué.

Esta realidad es causa y consecuencia de que la política española, en términos generales, suela focalizar su discurso en la constante crítica al rival, más que en la construcción.

Son numerosos los ejemplos de esto que podemos extraer estos días si miramos, especialmente a Madrid.

 

Al final, cuando se critica al periodismo sin proponer alterativas (que es un ejercicio más que habitual), cabe preguntarse cuanta culpa de esto tiene nuestro sistema político, e, incluso, nosotros mismos como ciudadanos.

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