La vida de Emily Dickinson es para nosotros una incógnita, provocada no solo por el paso del tiempo, sino también por las opiniones y comentarios de una historia que se ha empeñado en borrar a las mujeres de manera sistemática. Dickinson ha sido presentada al gran público contemporáneo como una mujer triste y solitaria, que ni amo ni fue amada, que vivió la mayor parte de su vida encerrada y obsesionada; al borde de la locura. 

Hace un par de semanas llegó a mis manos una edición de los poemas completos de Emily Dickinson y con ella, una de esas obsesiones que se convierten casi en parte de una misma. Quería conocer todos los detalles de su vida, entender cada símbolo, cada guión y cada coma. 

Tras la muerte de Dickinson en 1886, su hermana Lavinia encontró en su cuarto más de 1800 poemas, pero la publicación de estos no llegaría hasta 1890, de la mano de Mable Loomis Todd. No obstante, lo que pudo haber sido el primer contacto de su obra con el gran público, se convirtió también en la primera gran alteración de la misma.

Las convenciones literarias de finales del siglo XIX eran incompatibles con la obra de Dickinson, o al menos así lo consideraron Mabel Todd y Thomas Higginson, encargados de esa primera edición. Las primeras transcripciones de su obra fueron claramente distintas a las originales: cambios en el léxico y en la puntuación, alteración de la rima, en muchos de sus poemas inexistentes, e incluso la creación de títulos, en ocasiones alejados del propio significado del poema. 

Además de todo esto, muchos de sus poemas fueron considerados demasiado oscuros y complejos para el público y, por lo tanto, fueron descartados durante años. Podría parecer que con todo esto pretendo menospreciar el trabajo de Todd y Higginson, nada más lejos de la realidad. Sin ellos es más que probable que hoy no conociéramos el nombre de Emily Dickinson. Si pretendo, sin embargo, hacer una breve reflexión crítica sobre el papel de la mujer en la literatura y en la historia o, más bien, sobre cómo esta se ha encargado de modificar la presencia femenina en todos los ambitos de la cultura. ¿Habría ocurrido lo mismo si Dickinson hubiera sido un hombre? La respuesta más probable es no

A todo esto se añade, que no solo su obra sufrió alteraciones. Su vida se ha visto manchada por mentiras y secretos, que solo han empezado a destaparse en los últimos años. Un buen ejemplo de esto es su relación romántica con Sue Gilbert, esposa de su hermano Austin, que fue ocultada durante décadas incluso por la hija de la propia Gilbert, primera biógrafa de Dickinson. 

Por otro lado, el encierro perpetuo al que muchos autores hacen referencia a la hora de hablar de Dickinson no fue algo que la acompañara durante toda su vida; de hecho, se cree que comenzó en torno a 1896. Las causas que lo provocaron son desconocidas, pero es bastante probable que se debiera a un problema de salud. Lyndall Gordon, biógrafa del poeta, sugiere la epilepsia como una de las posibles causas que hicieron que Dickinson redujera sus apariciones públicas al mínimo. Estos son, sin embargo, solo dos de los muchos ejemplos, que de tratarse con mayor profundidad alargarían este artículo hasta unos niveles poco prácticos. 

Tras una lectura superficial de su obra, queda claro que Emily Dickinson no era en lo absoluto una mujer aburrida y silenciosa, sino más bien todo lo contrario. Sus poemas exploran los grandes temas universales: el amor, la muerte, la soledad, la naturaleza, la esperanza; todos ellos desde una perspectiva tremendamente personal. Una lectura más detenida, que recomiendo sin duda, nos revela una visión mucho más compleja de su persona. 

Como ocurre con tantas artistas, la historia se ha encargado de entregarnos a los lectores contemporáneos una versión extremadamente simplificada de su existencia y de su obra. Emily Dickinson fue mucho más de lo que se nos ha contado y a pesar de que es imposible conocer muchos de los detalles ya borrados por el tiempo, está en nuestras manos desempolvar la realidad que aún nos es accesible. 

I’m Nobody! Who are you?
Are you – Nobody – too?
Then there’s a pair of us!
Don’t tell! they’d advertise – you know!

How dreary – to be – Somebody!
How public – like a Frog –
To tell one’s name – the livelong June –
To an admiring Bog!

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¡Yo no soy Nadie! ¿Quién eres tú?
¿Tampoco eres Nadie tú?
Ya somos dos – ¡Pero no lo digas!
Ya sabes, luego se percatarían.

¡Qué terrible ser Alguien!
¡Qué público decir tu nombre
Cual Rana ‑ todo el santo día –
Para que un Tronco se asombre!

 

 

 

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