Los populares se encuentran sumergidos en una tesitura que hace apenas cinco años pocos hubieran imaginado. El contexto político más reciente ha desterrado el mito sobre la permanente división de la izquierda frente a la unidad de la derecha. O lo que es lo mismo, las semillas esparcidas por el Partido Popular desde su refundación en 1989 han germinado, y con fuerza.

La lucha por conseguir el voto de derechas -y de la ultraderecha- ha empezado en España. Y Pablo Casado se encuentra al frente del partido que tradicionalmente ha englobado al conjunto de este electorado. Por lo tanto, es evidente que parte desde la posición más compleja, teniendo en cuenta que se trata de la formación que más votos puede perder en beneficio de Ciudadanos y Vox.

La tensión en la figura del líder de los populares se evidencia. Es consciente de que puede cosechar uno de los peores resultados de la historia de su partido. Una realidad que quizás sea la causa de sus últimas y peculiares intervenciones. Porque, partiendo de la base de que la formación ha sufrido un giro todavía más a la derecha desde que Casado la lidera, este cambio de rumbo podría haberse realizado con algo más de clase.

Tras su victoria en las primarias frente a Santamaría, el actual candidato del PP a las elecciones generales decidió iniciar un proceso de transformación con el fin de recuperar el espíritu aznarista que Rajoy había dejado atrás. Al parecer, para Casado aquellos fueron los años dorados de su partido y era más que necesario restablecer dicha esencia. Especialmente, en estos momentos en los que otras siglas de derechas amenazan la hegemonía de Génova 13.

De este modo, Pablo Casado ha optado por el camino fácil. O lo que es lo mismo, basar su discurso en el odio y en la repetición sistemática de afirmaciones falsas hasta que suenen como si fueran verdaderas. Una oratoria que le asemeja aún más a sus dos rivales directos con quienes se disputa el liderazgo del voto conservador (o ultraconservador) y que le alejan cada vez más de la ética política.

La “unidad de España” es su mayor inquietud junto a los derechos de las personas. Eso sí, en caso de ser inmigrante, feminista, independentista, antitaurino (…) y así una larga lista de atributos, estos derechos defendidos por Casado pueden jugar más en tu contra que a tu favor. Porque no nos engañemos, los políticos como él siguen diferenciando entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Lo que no saben una gran parte de votantes del PP es que forman parte del segundo grupo.

Pero lo más preocupante de todo esto es que los comentarios, intervenciones y tweets del señor Casado pueden terminar convirtiéndose en leyes reales.

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