Hace unas semanas conocimos que tanto el Gobierno como el Congreso decidían volver a incorporar la Filosofía como asignatura obligatoria en la ESO y en Bachillerato. Una contrarreforma que pretende recuperar aquello que el Partido Popular eliminó de las aulas con su reforma educativa, y que sorprendentemente ha votado a favor en esta ocasión.

Ahora bien, el problema no consiste en abrir un debate sobre qué asignaturas es necesario eliminar o incorporar en las guías docentes. Sino en plantearnos por qué siempre -o en la gran mayoría de ocasiones- las materias de humanidades son aquellas que se ponen en cuestión. ¿Son menos importantes? ¿En qué se basa la consideración que trata de desterrarlas del sistema educativo?

Nuestra historia reciente evidencia cómo las asignaturas de la rama de las letras han sido socialmente tildadas de inferiores. “Quien vale, vale. Y quien no, a letras”, “Las ciencias tienen más salidas”… Cualquier estudiante de humanidades ha escuchado alguna de estas expresiones en algún momento de su vida. Y lo peor es que estas ideas que tanto nos han repetido, se han construido y consolidado sin fundamento alguno.

Un modelo pedagógico centrado solamente en números no puede ser bueno para ningún país con aspiraciones reales de futuro. Lo que nos distingue como humanos es nuestra forma de entender el mundo, nuestra historia, nuestra lengua, nuestro arte y nuestras costumbres. ¿Con qué criterio pretendemos construir un mejor porvenir si ignoramos de dónde venimos y por qué somos como somos?

Los políticos, guste o no guste, son el reflejo de la sociedad del momento. Por este motivo, cada vez que uno de ellos interviene para plantear que las humanidades deben de ceder todavía más terreno a las ciencias, debemos preocuparnos. Y mucho. ¿Tan difícil es que números y letras vayan de la mano? Al parecer sí. Por lo menos desde el punto de vista de las doctrinas que se han planteado en las últimas grandes reformas educativas en este país.

Lógicamente, esto no significa que haya que restar importancia a las ciencias, sino todo lo contrario. Es necesario encontrar un equilibrio entre ambas disciplinas que permitan formar a personas sabias, críticas y conscientes de la realidad en la que viven. Algo que ningún gobierno ha sabido aplicar hasta el momento. Luego nos preguntamos por qué las sociedades repiten los mismos errores del pasado. Ahí tenemos la respuesta.

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