No todas las maletas se preparan antes de irse. No siempre se llega al final feliz, no se cumplen las promesas, no se despide en la estación. No todos los poemas acaban con la misma rima y no todos los finales se ven venir. 

 

Una parte de la vida misma consiste en entender las marchas. Amigos, familiares, amores y momentos que se transforman en recuerdos, en lágrimas, en kilómetros o, en el peor de los casos, en flores de lápida. Todo se acaba, se desvanece, sin muchas veces permitir dar un último abrazo, dejándonos en manos del tiempo y su medicina. Y así, sin más, nos quedamos solos, con la esperanza de que algún día deje de doler aquella partida y luchando por seguir viviendo la vida, pero esta vez, sin los mensajes de ‘buenas noches’ de aquel amor que te robó el primer beso, sin las quedadas con tu mejor amiga con la que discutiste por orgullo, sin los abrazos de aquella mascota que se escapó un día de septiembre o sin las comidas de una abuela que no pudo con el cáncer.

 

Aunque muchas de estas ausencias nos trasladan a una melancolía irreparable, hay corazones rotos que todavía laten. Que todavía esperan. Que todavía duermen soñando con ese reencuentro, que marchitaría el dolor y concluiría en unas perdices de comida, para completar y finalizar el ‘y vivieron felices…’. 

Otras veces, en cambio, los únicos minutos para intercambiar palabras con quien lo necesitamos son cuando la luna arropa la ciudad y los que descansan bajan a nuestros sueños a visitarnos. 

 

En la Tierra o en el cielo, todos tenemos a alguien que se quedó sin escuchar lo que realmente sentíamos antes de irse. 

 

¿Y tú? ¿Qué le dirías a quien ya no está?

 

Nunca sabré explicar qué es lo que sentía por ti. Aquel verano de mucho sol y playa fue muy fugaz. Si pudiera te diría que nadie me ha escuchado nunca como tú lo hiciste y que cada vez que me hablan de ti se me eriza la piel. Me decías que era tu ángel de la guarda, y ahora, después de unos cuantos veranos, tengo que decir que tú también fuiste el mío.

 

Su nombre era Antonia pero siempre pensé que debió llamarse Prudencia. Desapareció una noche entre jadeos y no la volví a ver más. Miento, porque ella vino en sueños a despedirse de mí. A sabiendas de que el cobarde de su nieto la quería demasiado como para verla apagarse rodeada de cables y respiradores, decidió aparecérsele en una suerte de vigilia que jamás he vuelto a experimentar. Con el corazón constreñido en un puño, entendí que era un adiós definitivo. Ahora me arrepiento de no haber tenido el coraje de matarla a besos cuando aún tenía un hilo de vida.

 

‘Yo le diría que él en el fondo sabe que nunca estuvo. Cuando le dejé marchar él ya se había ido y no me lo había dicho. Intenté muchas veces que volviera y que se diera cuenta de que yo siempre iba a estar ahí para él, pero no lo hizo, y aunque lo intentaba, siempre estaba en otra parte. Lo fue todo para mí y yo fui solo un entretenimiento para él. Y sé con certeza que a él ahora no le duele, pero yo estoy rota por dentro.’

 

No esperaba que ese día fuese el último. Fue demasiado inesperado. Siento mucho que te hayas podido sentir sola en ese momento, me duele muchísimo, pero de verdad, esperábamos volver a verte todos unos días después. Te recuerdo cada día desde aquel 11 de septiembre. Ha pasado un año, pero sigue doliendo igual y creo que siempre va a ser así. Siempre serás la mejor perrita del mundo. Te quiero.

 

Hace poco leí un poema de una poetisa que seguía escribiéndole 20 años después a un amor fallido. Al principio me dio un poco de miedo, por si me convertía en ella y aunque pase el tiempo y haya más personas sea una tonta incapaz de superarte. Pero después me di cuenta que no hay nada más bonito que querer para siempre. Ojalá tener la fuerza para quererte todos los días de tu vida, aunque sea de lejos, aunque no deba, aunque la enfermedad me pueda.’

 

Nuestros caminos se separaron, pero quiero que sepas, amiga, que siempre tendrás un plato de comida en mi casa. Que mi madre me pregunta por ti. Que cuando lloro siento que estás aquí consolándome. Que aunque ya no sea igual, los recuerdos viven conmigo, y aunque la nostalgia que me dan es muy amarga, no sabes lo feliz que me hace pensar en todo lo que hemos vivido juntas.’

 

Que le echo de menos. Que se fue en el peor momento, sin decir nada, sin avisar. Que me sentí engañada durante mucho tiempo hasta que entendí que la vida se acaba de repente, y que él no tenía la culpa de haberse ido. Que le he perdonado todo lo que no pudo darme, así como espero que él me haya perdonado a mí, que no hay día que no le recuerde, y aunque ahora desgraciadamente he olvidado su voz, a él no lo voy a olvidar nunca. Que es junto a la abuela, y el tío, la estrella que más brilla. Y que mientras yo viva, él va a seguir entre nosotros más vivo que nunca. Que es el hombre de mi vida, y que con su amor me enseñó a querer. Abuelo, se que nos volveremos a ver, pero ahora me toca cumplir aquí todo lo que te prometí que conseguiría, para que tú desde arriba te sientas orgulloso de mí.

 

‘Te fuiste poco a poco. Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que te llamé para contarte algo importante en mi vida. Ojalá algún día nos reencontremos y a mí ya no me duelan las cosas que hiciste, no necesite tus disculpas ni tú mi perdón. Te quiero, te deseo lo mejor donde sea que estés y hagas lo que hagas… Siempre lo haré.

 

Aún me sigue emocionando que me digan que me parezco a ti, y cuánto me hubiese gustado llamarme como tú (y la ilusión que te habría hecho…). Cuando te fuiste no fui consciente de la falta que de verdad me ibas a hacer y de todo el tiempo que nos faltó por pasar, pero desde que mamá me dijo que estabas en el cielo siempre supe que serías mi ángel de la guarda. Te llevó en el cuello presente y se que me proteges, abuela.

 

Esta carta va para mí misma. Porque una parte de mí murió cuando hace un año intenté quitarme la vida. Y ojalá alguien me lo hubiera dicho antes. Que la vida es bonita, que hay amor y amistad, lo más importante. Que vas a ir cumpliendo tus sueños, poco a poco, pero lo conseguirás porque eres muy fuerte. Que no puedes llorar por alguien que no te merece y te trata mal. No te puede consumir una relación con un imbécil al que no le importas. Tienes que luchar, por ti. Porque la vida merece la pena ser vivida. Y ojalá la vivas mucho tiempo más. Te dejará cicatrices pero también encontrarás tiritas para curarlas. Abrázate por las noches y quiérete mucho. El amor es lo más importante.

 

Gracias yaya por haberme enseñado desde pequeñita lo que es la vida y a saber ser una persona buena, porque tú eras y siempre serás la mejor. Eres uno de los pilares fundamentales de mi vida y no asimilo que no estés aquí para poder hablar contigo de lo que me pasa, o contarte que me quedan solo dos años de carrera y que ya me he sacado el coche… Ahora también tengo novio que te caería genial y sería un buen nieto para ti. Te quiero mucho y te echo de menos todos los días de mi vida.

 

Le diría el te quiero que nunca le dije, el ‘te necesito ahora conmigo’, él ‘ojalá estuvieras aquí para ver lo que estoy consiguiendo’ y que poco a poco llegaré donde siempre me quisiste ver, y por último, el ‘gracias por haber formado parte de mi vida y por haberme visto crecer hasta el último adiós que me dijiste.’’

 

Me siento raro, porque aunque 2020 y 2021 fueron unos años duros para todos, yo siempre los voy a recordar con todo el cariño del mundo, como aquel que sentía cuando hablábamos en la cuarentena, o la primera vez que nos tropezamos tras ella, o cuando nos veíamos en clase con mascarilla y nos daba miedo chocar miradas. Qué años más extraños, pero qué bonitos. Espero que la siguiente vez que nos queramos no sea con pandemia.

 

A veces escucho tus patas detrás de mí, corriendo escaleras abajo. Subo a la azotea y te veo corriendo hacia mí con la mayor alegría que he visto nunca. Han pasado dos años y sigo sin poder hablar de ti sin llorar. Me lamiste heridas que no se ven y siempre estarás en mi.

 

Siempre será el motivo por el que he seguido hacia adelante, el que me ha hecho más fuerte día a día y que me conozca realmente a mí misma. Me hizo aprender a afrontar las situaciones como una persona adulta y a nunca rendirme ni tirar la toalla. También me ha hecho darme cuenta que siempre he valorado lo que he tenido en el momento, y eso me hace sentirme orgullosa de la persona que soy. Que nunca se sana del todo, pero con el tiempo duele un poquito menos, y te acostumbras a vivir con ello, recordarlo de la manera más bonita posible y con el máximo cariño.’

 

Escribo por el día en que no estés. Escribo por todos esos besos. Escribo por nuestras infinitas conversaciones. Escribo por lo que sentimos. Escribo por nuestra conexión. Escribo para ti. Te querré siempre.

 

Tras un año, me he dado cuenta que no quería irme a estudiar a Madrid por ser la capital, ni por alejarme de este pueblo de mierda, ni siquiera por mi carrera. Quería Madrid porque tú eras Madrid. Por nuestro invierno por la Gran Vía y por Atocha. Por estar cerca de ti y seguir admirándote bajo otro cielo. Pero, sobre todo, por vernos crecer y aprender juntos, como todo el tiempo que pasamos al lado del otro. En el fondo me da pena tener que vivirlo tan cerca pero tan lejos de ti. Cuídate, y recuerda, que siempre, siempre, siempre puedes contar conmigo.

 

Que siempre que nos acordamos de él es entre risas, porque eso es lo que era, un soplo de aire fresco cuando las cosas van mal. Sin embargo, cuando estoy sola lloro porque siento que no le recuerdo tan bien como antes y no le quiero dejar ir. Te fuiste hace mucho pero no vas a ser olvidado nunca. Te quiero, abuelo.

 

Joaquín, siento mucho no haberte ido a ver, aún sabiendo que te ibas y habiéndolo mi madre pedido tantas veces. Me pudo la cobardía de verte en tan mal estado, no podía asimilar que te ibas a ir. Lo siento, de corazón.’

 

Amiga, nunca imaginé que alejarme de ti fuera a ser tan duro. No teníamos una relación demasiado estrecha, pero yo te quería mucho y verte tan mal conmigo me dolió bastante. Espero que Granada te haya hecho feliz este año y que sigas sonriendo allá donde vayas. Aunque te dijese que me gustaría volver a estar como antes, no sé si estoy preparado, porque te miro y veo que ya no eres la misma, pero, sobre todo, porque sé que te has dado cuenta que yo tampoco soy el mismo.

 

Abuela, cuando te fuiste sentí que me quitaban una parte de mi. Una parte de mi corazón, que completabas tú. Me encantaría que me vieras a día de hoy, cumpliendo mis sueños en tu ciudad. Creciendo cada día más, pero sin ti a mi lado. Me quedé con ganas de decirte que eres la persona más fuerte y valiente que he conocido, y a la que más he querido. Que eras, y sigues siendo (gracias al cuadro que me pintaste, y ahora está colgado en la pared de mi habitación) arte. Que ojalá haber aprendido más de ti y de tu vida. Cada día te admiro más. Y sé que me sigues cuidando. Yo también te cuido, voy todos los meses a dejaros al abuelo y a ti flores a San Isidro. Después me siento en el parque a leer y pensar en ti. Estás donde siempre quisiste estar, en el cielo de Madrid, viéndome crecer. Ojalá hubieras sido eterna. Y ojalá hubieras llegado a conocerme hoy, porque soy una persona totalmente distinta, y sé que estarías demasiado orgullosa de mí.

 

Estábamos hechas para durar el tiempo que nos quisimos: yo te enseñé amor incondicional y tú la falta que me hacía el amor propio.

 

Aunque el cómo estas de todos los días terminó hace mucho, mi cabeza se pregunta si de verdad estás bien, si estas rodeada de buena gente o si estás creciendo como persona. Espero de todo corazón que todas ellas se cumplan, pero si cualquiera de las premisas falla, no dudes ni un segundo dónde estoy.’

 

Querida Mamá, todos los días pienso en cómo hubiese sido haber crecido a tu lado. También haberte conocido a fondo y haber llorado, reído, enfadado contigo. Tener una relación de mejores amigas, de esas que están en lo bueno y en lo malo, que te defienden a muerte en público y luego en privado te corrigen, que te apoyan en todo y se alegran incluso más que tú de tus logros, que te enseñan a levantarte cuando te caes, además de haberte podido ver sana y feliz. De haberte visto junto a Papá navegando, organizando mil planes, cocinando, decorando la casa del puerto y siendo la mejor mamá del mundo. Hab dich sehr lieb Mamá.

 

‘Gracias por darme la experiencia de un amor de verano, aunque nuestra relación llegó hasta enero, porque a partir de septiembre el amor de verano se desvaneció. Sé que te costaba comunicarte, que abrirte incluso a tu pareja te parecía tremenda odisea. Y por mucho que te insistiera en que no pasaba nada y que te ayudaría en lo que fuera necesario, decidiste huir en diciembre. No te culpo, ni te guardo rencor por el daño y las inseguridades que causaste en mí, porque sé, o espero, que no lo hiciste adrede ni por un motivo trivial, como un segundo amor o simplemente porque te aburriste. Lo hiciste porque no estabas bien, te encontrabas perdido y no sabías cómo dirigir tus sentimientos y dar lo mejor de ti, como tú creías que podías, en una relación. Espero que hoy te notes mucho más maduro emocionalmente y que te sientas capaz de hacer feliz a otra persona de la misma manera que me hiciste feliz a mí, pero ahora seguro de ti mismo y con la suficiente fuerza como para hablar y comunicarte, en vez de huir y callar.’

 

Si alguna vez escribo un poemario te dejo decir que eres tú la protagonista de todos mis versos. Aunque ya no me llames, eres tú.

 

No te vayas nunca, eres, has sido y serás siempre la brisa que acaricia mi piel desde el rascacielos más alto. No quiero olvidar jamás tus caricias y tus te quiero, pues han sido siempre motivo de mi sonrisa. Te quiero.

 

Tantas parejas rotas, nietos vacíos, amistades perdidas y promesas sin cumplir.

Tantas cosas que nunca fuimos capaces de ser.

Pero, ¿sabéis de lo que sí somos capaces?

A pesar de los kilómetros, de los corazones rotos y de los caminos separados.

 

Capaces de ser eternos.

Todo lo que sí que fuimos capaces de ser:

Eternos.

Separados, pero eternos.

Porque el amor de verdad, aunque duela, se queda dentro de ti. En forma de memoria. De recuerdos. Aprendes a vivir con ello. A transformar el dolor en nostalgia.

Los momentos son puntuales, pero los recuerdos duran para siempre.

Por mucho tiempo que pase.

 

Separados,

por cielo y tierra,

por carretera,

por orgullo.

 

Pero eternos.

Como los recuerdos,

eternos.

 

 

Por todas las promesas que siempre llevaré en mi corazón. 

 

‘This could be the end of everything,

                          so why don’t we go somewhere only we know?’

                                                                  –  Keane

 

 

Gracias especiales a todos los participantes.

About The Author

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.