La agresión a Occidente

12 de agosto de 2022. El escritor Salman Rushdie está a punto de impartir una conferencia en Chautauqua, un pequeño pueblo del Estado de Nueva York. Justo cuando se presentaba ante el afluente público, un hombre vestido de negro salta de entre la multitud, llega al escenario y lo ataca hasta en una decena de ocasiones con un puñal. En el recinto se genera el caos. El atacante es rápidamente detenido, pero para Rushdie ya es tarde: lo trasladan al hospital más cercano en helicóptero. El atentado no es más que la consumación de una antigua amenaza. 

Momento del ataque a Salman Rushdie.

La persona que empuñaba el arma se llama Hadi Matar. Es un ciudadano estadounidense de 24 años procedente de una familia de inmigrantes libaneses. En sus redes sociales habituaba publicar mensajes de apoyo al chíismo, la vertiente del islam más radical. Recorrió 480 kilómetros en autobús para llegar a Chautauqua, comprar la entrada y acceder a la conferencia. Se enfrenta a una pena de varias décadas de cárcel por intento de asesinato en segundo grado. Paralelamente, se ha convertido en un ídolo espiritual para los millones de fanáticos que deseaban la muerte de Rushdie. 

El libro de la discordia

Rushdie comenzó su carrera literaria en 1975, pero fue su segunda novela, Hijos de la medianoche, la que consiguió catapultarlo a la fama y hacerle un hueco entre los escritores más célebres de su generación. Su estilo literario se ha equiparado al realismo mágico latinoamericano. Sus novelas tienen un importante tinte político, ejerciendo constantes críticas hacia los gobiernos de la India, Pakistán o Inglaterra y al fanatismo religioso. 

Precisamente ese afán por plasmar en sus novelas sus ideales originó la gran maldición. En 1988 publicó su cuarta novela, Los versos satánicos. El libro ganó numerosos premios y fue un éxito entre el público. O, más bien, entre cierto público. La novela fue prohibida en la India, Sudáfrica, Pakistán, Egipto y una decena de lugares más. Según argumentaron estos países, en la novela se trataba de manera irrespetuosa la figura del profeta Mahoma y pisoteaba al Corán y a la religión islámica

Portada de «Los versos satánicos». Amazon.

La novela en cuestión es una historia ficticia de dos actores de origen indio que, tras sufrir un accidente de avión, se convierten en el arcángel Gabriel y Shaitan (versión islámica del demonio cristiano). Los destinos de estos personajes se entrelazan y separan, presentando así la confrontación más primitiva de la narrativa entre el bien y el mal. El humor es el tono predominante en todo momento. Rushdie pretendía indagar en la globalización, la pérdida de identidad, el amor o la apropiación cultural… Aunque, irremediablemente, el tema más candente es la religión. 

Más allá de la trama principal, la polémica se desató por ciertos pasajes simbólicos, como cuando el arcángel (equiparación del bien) no separa las olas del mar y provoca la muerte de peregrinos hacia la Meca. Por otro lado, Rushdie representa la figura de un Imán de forma monstruosa. El Imán utiliza al arcángel para llevar a cabo acciones violentas y malvadas contra su pueblo. Pero, sin duda, las escenas que más ampollas suscitaron fueron las protagonizadas por el propio Mahoma, oculto bajo el metafórico personaje de Mahound. El precursor del islam llega a acoger a prostitutas como sus esposas. 

Cabe recordar que, en el islam, cualquier representación del profeta originario conlleva blasfemia. La biografía ficticia y satírica de Mahoma levantó un huracán en el mundo musulmán. El 14 de febrero de 1989, el líder religioso de Irán emitió una fatwa (edicto religioso) por el cual ofrecía más de 3 millones de dólares a aquel que asesinara a Rushdie. A partir de entonces, se desató la pesadilla y unas hojas de papel provocaron una crisis entre el pacifismo y la vertiente más extremista del islam

Una persecución eterna

Una vez el Ayatolá de Irán había dictado la orden de matar a Rushdie, se sucedieron manifestaciones en todo el mundo, quemas masivas del libro, atentados contra librerías, prohibiciones en otros países… Una sucesión de plagas que conformaban la maldición contra el escritor. Realmente, la condena islámica salpicó a mucha más gente. Por ejemplo, decenas de inocentes murieron en las protestas de Islamabad o Bombay. Dos líderes musulmanes fueron asesinados en Bruselas por oponerse a la censura. El traductor al japonés de la novela, Hitoshi Igarashi, también fue asesinado. El editor de la novela noruego y el traductor italiano sobrevivieron a sus atentados.  

Protestas contra Salman Rushdie.

 

 

 

 

 

 

Rushdie había sobrevivido a la explosión de una bomba en Londres y a cientos de amenazas de muerte. Vivía escoltado las 24 horas del día, en la clandestinidad. Era consciente de todas las desdichas que su libro estaba conllevando. Pidió perdón a cualquier musulmán ofendido, publicó un ensayo para reafirmar su respeto por la religión… Pero se negó a retirar el libro: llevaría su libertad por bandera hasta el final. Al precio que fuese. 

A nivel internacional, Reino Unido hizo de mediador para intentar apaciguar las aguas. Acabó rompiendo relaciones diplomáticas con Irán. El Gobierno iraní argumentó que solo el propio creador de la fatwa podía revocar la orden. Sin embargo, el creador había muerto solo un año después de emitir la condena. Tuvieron que pasar diez años hasta que el Gobierno iraní aceptó la rendición para normalizar sus relaciones con Reino Unido y Europa. 

Las maldiciones siempre se cumplen

A pesar de algún susto puntual, la vida de Rushdie volvió a la normalidad. Con el paso del tiempo prescindió de su equipo de seguridad. Recobró la ansiada libertad. El 14 de agosto acudió a Chautauqua para dar una conferencia. La organización del evento decidió no poner arcos detectores de metales como así sugería la policía. El resultado fue el atentado de Hadi Matar contra Rushdie. No es más que la consumación de una vieja profecía que nunca se apagó. 

Salman Rushdie en una firma de libros.

A fecha de la publicación de este artículo, Salman Rushdie continúa en estado grave, aunque su pronóstico es favorable. Los órganos más afectados son el hígado, un riñón y un ojo (que posiblemente pierda). Ya no depende de la respiración artificial y puede hablar por sí mismo. Las instituciones y personalidades públicas de todo el mundo han condenado el ataque. Sin embargo, el Gobierno de Irán, a pesar de negar relaciones con el atacante, ha declarado que “la libertad de expresión no puede justificar el abuso de religiones divinas y sus principios”.

El caso Rushdie pone sobre la mesa el debate sobre si la sociedad occidental es libre o vive sometida a los preceptos del islam. Cualquier ciudadano puede escribir o dibujar lo que le plazca sobre la religión musulmana…, pero se expone a pagar el precio del fanatismo. Ejemplo de ello es el asesinato del profesor francés Samuel Paty en 2020 por mostrar un dibujo de Mahoma en clase. Los hechos se tergiversaron y fue degollado solo diez días más tarde. 

Salman Rushdie ya es todo un héroe de libertad de opinión y lucha contra cualquier tipo de opresión religiosa. Le espera una larga recuperación, aunque parece que quienquiera que haya ahí arriba no quiere llevárselo todavía. El tiempo dirá si, a base de sangre y palabras, consiguió ganar la batalla al fanatismo religioso. 

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