La era digital ha significado una revolución sin precedentes en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana, la manera de comunicarnos o informarnos ha evolucionado hacia una digitalización sin precedentes. La incursión de las nuevas tecnologías en nuestras vidas trae consigo el reto de cómo gestionar la información de los usuarios.

Resulta esclarecedor ver como los cambios tecnológicos han invertido el control financiero que tradicionalmente atesoraban empresas petroleras o automovilísticas. Comienza a gestarse una nueva oligarquía corporativa liderada por empresas pertenecientes al sector tecnológico; esto es debido a la multiplicación en la conectividad de los distintos dispositivos, así como el incremento de cómputo en los dispositivos conectados.

Google, Amazon, Facebook y Apple (GAFA, por las siglas en inglés) han entrado en la lista de las cinco empresas más grandes del mundo, según capitalización de mercado, reemplazando a colosos como General Electric, Shell Oil o Citigroup; la única que se mantiene dentro de la lista es Microsoft.

GAFA, en conjunto, capitaliza alrededor de 2,7 billones de euros. Cada una de estas empresas de tecnología, son dominantes en su sector; se estima que Google controla el mercado de búsquedas de internet en un 92%, además la adquisición en 2005 de Android Inc. ha supuesto que a día de hoy controle en un 75% el mercado de los sistemas operativos de los móviles. Facebook se estima que controla el 66% del mercado de redes sociales. Amazon, por su parte, acapara casi la mitad de las ventas online en Estados Unidos y de manera casi absoluta la venta del libro electrónico, esto ha supuesto la destrucción del circuito de venta al por menor.

Podemos afirmar que hemos entrado en la era de los oligopolios digitales, la ambición de estas empresas es el crecimiento económico y la maximización de la rentabilidad. La libre competencia pertenece al pasado en este nuevo marco digital. Sin embargo, esto no ha pasado desapercibido para el Departamento de Justicia estadounidense, que el pasado año abrió una investigación para analizar y decidir si poner fin o no a esta especie de oligopolio digital.

Sophie Guilloux-Nefussi, economista del Banco de Francia, afirma que la cuota de mercado de este tipo de empresas ha aumentado en más de un 60%, pero la razón intrínseca a este crecimiento es la propia concentración en sí, ni los salarios o la inversión han podido seguir ese ritmo. En palabras de la propia Sophie “Si estas empresas tienen una posición dominante en su mercado, disfrutan de rentas monopolísticas y tienen pocos incentivos para invertir con el fin de aumentar sus capacidades productivas”.

Estas declaraciones son relevantes para comprender el motivo de las investigaciones del Departamento de Justicia (DOJ), que denunciaba que este tipo de prácticas podían estar perjudicando la libre competencia y la innovación. Esta investigación llevaba tiempo siendo exigida por parte de Bernie Sanders y Elizabeth Warren, ambos han sido los candidatos que más donaciones han recibido por parte de empleados de Google; argumentado que, estos, representan un cambio positivo para la sociedad y para la tecnología, incluso para la propia Google. Warrem ha declarado en varias ocasiones su repudio al intento que estas empresas están realizando para “eliminar” la competencia.

La reacción antimonopolística en EE. UU. no resulta sorprendente, la concentración de poder digital provoca rechazo en todas las esferas. Donald Trump ha mostrado su rechazo tildando este oligopolio como algo susceptible para la aplicación de la ley antimonopolio (Sherman Antitrust Act).

Desde Alemania se investiga a Facebook por la venta de anuncios dirigidos, concurriendo de esta manera en un uso indebido de datos personales. Margreth Vestager, la comisaria de Competencia europea, ha multado a Google por abuso de posición dominante con 8.240 millones de euros, Apple recibió una multa de 14.300 millones de euros por las rebajas fiscales que realizó.

A raíz del escándalo de Cambridge Analytica, la empresa de origen británico que influyó en las Elecciones Presidenciales de 2016 en Estados Unidos gracias a la venta por parte de Facebook de los datos de 50 millones de usuarios, la decisión de investigar a estos monopolios parecía más que lógica e inevitable.

Mark Zuckerberg ha negado que exista dicho monopolio, alegando que el ciudadano común tiene libertad de decisión para elegir entre las distintas apps de comunicación. Alphabet Inc, sigue una misma línea argumental al defender que el usuario puede elegir cualquier otro buscador con el que navegar.

Pese a la constante negación por parte del fundador de Facebook o la principal filial de Google, es más que evidente que la monopolización por parte de los gigantes tecnológicos de las pequeñas aplicaciones, dificulta y niega una igualdad de condiciones para el desarrollo de estas. Se obvia en esta argumentación por parte de Alphabet Inc., que la fuente de beneficios no son las búsquedas, sino los anuncios publicitarios personalizados; el duopolio que conforman Google y Facebook en este campo es más que evidente.

De momento se están cimentando unos principios para regular la competencia en el sector tecnológico. Cada vez se aboga por reducir el poder que las grandes empresas mantienen con la tecnología. Los beneficios que traen consigo los avances en tecnología son más que atrayentes; movilización de empleo, avances en comunicación o educación. La persecución de este avance ha de realizarse de manera equitativa y marcando las distancias con el actual sistema oligopolista y marcadamente estadounidense.

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