Cada vez más, aumenta la frustración de padres y madres antes, durante y después de un partido en el deporte base de sus hijos.

Al comenzar el curso, uno de los debates más frecuentes en cada casa es el relacionado con las actividades extraescolares de los niños. En estos debates es muy frecuente preguntar al pequeño sobre sus preferencias a la hora de escoger su actividad opcional. Por desgracia, también están a la orden del día las familias que imponen actividades a su descendencia solo por el mero hecho de creer saber que es lo mejor para él o, simplemente, buscar en el afectado los sueños que uno como adulto no ha conseguido alcanzar.

Cuando por fin se decide la actividad, obligada o consensuada, comienzan a aparecer diferentes problemas, con los cuales el protagonista no sabía que iba a tener que lidiar. Si hablamos de un idioma o un taller, no tenemos problemas. El alumno irá a clases sabiendo que lo importante es desconectar de las obligaciones disfrutando y aprendiendo. Pero ¿si lo escogido tiene que ver con el deporte? Ahí tenemos un problema.

Llega el fin de semana y aunque parezca mentira no duele madrugar. Los niños y niñas se despiertan enérgicos porque toca jugar. Da igual contra quien o si está lejos, lo importante es volver a ver a los compañeros y meter goles para ganar.

¿Parece sencillo verdad? Todo se tuerce en cuanto el árbitro pita el comienzo del partido. Padres que insultan al árbitro, madres que gritan para despistar al rival y abuelos que fijan el foco en el entrenador. Al igual que todo lo bueno, lo malo también se contagia, y lo que había comenzado como una bonita mañana se va convirtiendo poco a poco en una pesadilla. El niño que había madrugado ilusionado ahora tiene dos opciones. Aprender del comportamiento de los adultos o entristecerse, porque así es muy complicado disfrutar de lo que más le gusta.

Por increíble que parezca esto no acaba aquí. Durante el viaje de vuelta a casa, el jugador tiene que aguantar reproches, consejos y la frustración de sus familiares. Todavía no sabe que dentro de 7 días volverá a sufrirlo de nuevo.

Los niños y niñas cuando eligen una actividad deportiva, quieren exactamente lo mismo que las personas que se decantan por idiomas o talleres, disfrutar y aprender haciendo lo que más les gusta. Que no nos vendan que el deporte con 10 años es competición.

No nos confundamos cuando pensemos que sabemos más que entrenador de nuestros hijos y mucho menos nos sintamos capacitados para arbitrar mejor que el colegiado de turno. Es de necios pensar que el niño al que estoy gritando, aconsejando, criticando y desmoralizando va a disfrutar del juego. Aunque nos parezca mentira, los niños lo que quieren en edades tempranas es jugar.

Consejos:

El niño quiere crecer con una actividad de su gusto, no del gusto de otros.

El niño quiere sentirse animado y apoyado, ni criticado ni amenazado.

El pequeño tiene de referencia a sus compañeros y entrenadores, no impongas tus propias leyes.

El pequeño quiere aprender con juegos, no con castigos.

El jugador aprovecha su actividad para soltar estrés, no para cargarse de más.

El jugador quiere jugar fuera de sus horas de actividad, no le rechaces.

El autor es entrenador, pero antes fue niño.

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