«Eso son hechos, no palabras», fueron las palabras que San Agustín empleó en el juicio de Jetulio: hombre que deseaba asesinar a su mujer. Para su defensa Agustín mencionó que existen “testigos que acusan, conocidos que informan de amenazas, acusadores que mantienen pruebas”. No obstante, afirmó que todo aquello eran meras palabras y no hechos, pues estos atienden a lo que se conoce por ‘verdad’. Jetulio fue declarado inocente pero, al salir del juicio, el hijo del acusado se acercó a San Agustín y le confesó que era cierto que Jetulio, su padre, quería matar a su madre. Ahí fue cuando el teólogo y filósofo se dio cuenta del poder que sus palabras habían tenido en aquel juicio y, por tanto, el poder que alberga el discurso.

 

 

Actual desinformación

Y esto mismo podemos relacionarlo con el gran fenómeno que actualmente conocemos como fake news, ya que hay «testigos que acusan, conocidos que informan de amenazas, acusadores que mantienen pruebas». Pero la información que recibimos de estos testigos, conocidos y acusadores no suele ser cierta en gran medida. Como bien menciona el artículo ‘Fake news’: cifras y soluciones de un fenómeno global, publicado por la fundación BBVA el pasado 2018, las noticias falsas aumentaron en un 365%. Asimismo, la consultora Gartner apuntaba en su informe ‘Predicciones tecnológicas para el 2018’ que el próximo año 2022 acabaríamos consumiendo “más información falsa que noticias reales”. Pero esto solo son datos y suposiciones, como todo. Aun así, la gravedad es obvia y, esto no solo nos afecta a los y las que pertenecemos al mundo periodístico -puesto que impacta en nuestra credibilidad-, sino que incide, sobre todo, en los lectores.

Estamos hablando de la posibilidad de que, en unos años, la red sea tan grande y las tecnologías tan numerosas que los futuros lectores “nativos digitales” únicamente lean hechos; mientras que las palabras brillen por su ausencia, o se cobijen en las páginas de papel de los últimos ejemplares. Por esto mismo, el periodismo puede llegar a sufrir una gran brecha informativa; que no solo afecte a la credibilidad periodística que mencionaba anteriormente, sino que llegue un punto en el que no se pueda hablar de periodismo; sino de información falsa y sociedades desinformadas.

“La verdad es como un león; no tienes que defenderlo. Deja que se pierda; se defenderá a sí mismo” San Agustín

La periodista y activista Paola Ramos, junto a Vice News, realizó un documental titulado ‘Desinfomedia‘ en el que critica esto mismo que comentamos. La comunidad hispana en EEUU -aunque podríamos englobarlo a nivel mundial- consume y propaga informaciones falsas sobre la Covid-19. Es un ejemplo de lo que sucede, ya no solo con la pandemia, sino con cualquier tema de gran polémica que podamos encontrar en la agenda mediática. En el documental en cuestión, Paola pone un ejemplo claro: los latinos no creen las palabras de un médico o especialista que sea italiano -o de cualquier nacionalidad que no sea la suya-, ya que no le conocen. En cambio, si en las noticias aparece un médico conocido en su país, entonces sí que prestan atención e, incluso, llevan a cabo las indicaciones declaradas.

Esto que sucede es algo muy común, aunque no lo parezca. Nosotros, depende de quién cuente una noticia en las redes sociales, lo ponemos -o no- en duda. Normalmente este hecho gira, ya no dependiendo de la voz cantante, sino de la ideología que tengamos -por muy lamentable que suene-. De esta manera, cada persona va a tener un referente; ya sea una cadena de televisión, un periódico, una emisora de radio, etc. Cada uno va a tener una visión totalmente diferente sobre lo que son hechos y lo que son palabras.

El bien y la ignorancia 

Para los antiguos griegos, la verdad siempre ha sido idéntica a la realidad. Así como también ha llegado a ser considerada como identidad. Asimismo, la verdad ha sido entendida como «convención en la conjunción o separación de signos», los cuales tienen su fundamento principal en la convención social; así como en la experiencia del discurso (retórica, discurso político, persuasión, comunicación…)

Por otro lado, muchos otros filósofos se han empeñado en buscar la verdad. Sócrates es un claro ejemplo de ello. Para él, la verdad se identifica con el ‘bien moral’, es decir, aquel que conozca la verdad podrá practicar el bien; mientras que aquel que ejerza el mal es por mera ignorancia. Entonces, si seguimos estas sabias palabras, podemos concluir y, por tanto, entender, que aquel que divulga falsas historias e incluso denigra a ciertos personajes públicos con meras habladurías, no es que lo haga por maldad, sino por ignorancia. Pero bueno, esto son solo palabras; no hechos.

 

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