Si pensamos en el desarrollo de la humanidad a lo largo de la historia, veremos cómo sin duda se ha ganado progresivamente libertad y calidad de vida. Todos sabemos que los cambios no han sido fáciles, que hemos avanzado gracias al esfuerzo colectivo y que, gracias a ello, ahora podemos presumir de un mundo mejor. Somos la sociedad más igualitaria, el mundo en el que todos, al menos sobre el papel, tenemos las mismas oportunidades.

Podríamos decir que vivimos en una sociedad en la que lo tenemos todo: vivienda, comida, formación, lujos… Somos la generación millenial, la generación que aparentemente mejor ha vivido de la historia. Parece que tenemos de todo. Y, sin embargo, la gran mayoría de los jóvenes que acaban una carrera universitaria comienzan su vida laboral a modo de prácticas o becas (que pueden durar años) con un futuro incierto y un salario bastante inferior al de las profesiones no cualificadas.

¿Cómo hemos llegado  a esta situación? ¿Cómo hemos pasado a convencernos de que no merecemos más de lo que tenemos? La clave está, según opinan los sociólogos y  explica muy claramente Harari en su libro Sapiens, en lo que se podría llamar un mito común, es decir, una creencia que está implantada en nuestra sociedad y que hace que ésta funcione.

De igual manera que se podía convencer a un campesino medieval de que trabajara de sol a sol y pagara lo poco que tenía al rey porque se lo debía a cambio de una cierta seguridad, el graduado universitario cree a pies juntillas que, para algún día tener un salario digno y poder vivir bien, debe pasar años de su vida cobrando una miseria.

Esta creencia se ve además alentada por jefes de grandes firmas que propician y favorecen que los becarios se encuentren con personas que, tras haber pasado su periodo de prácticas, prosperaron en la empresa. Y, dado que el estudiante universitario ha vivido desde el inicio de su vida académica acostumbrado a que todo esfuerzo tiene (casi siempre) su recompensa, es capaz de sacrificarse y hacer todo lo que le dicen a fin de conseguir sus objetivos.

Esta historia tiene otras variantes: los hay que piensan que no tienen otra opción, otros que creen que su futuro será brillante por haber entrado en una buena empresa… Y, sin embargo, todos sabemos que la realidad es muy diferente. Que el mercado laboral es, ante todo, incierto. Que unas prácticas o un contrato temporal no te garantizan nada y que lo único de lo que tenemos una garantía es de lo que hay ahora. La cuestión fundamental es ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar?

De igual forma que en la Revolución Francesa el pueblo se reveló contra un rey injusto,  igual que en la Guerra Civil de Estados Unidos se abolió la esclavitud, que se consiguió la igualdad de derechos para las mujeres y se han subsanado progresivamente muchas de las injusticias sociales de la historia, sabemos que esta situación también puede cambiar. Está en nuestras manos el conseguir un futuro mejor. Podemos conseguirlo. Solo hacen falta personas dispuestas a cambiar nuestra realidad y a abolir entre todos esta nueva forma de esclavitud.

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2 comentarios en «La nueva esclavitud»

  1. ¿No será que los universitarios salen de la carrera sin saber hacer nada y esperan cobrar como si supieran hacerlo?

    1. Aun asi, alguien que trabaja se emrece al emnos el salario minimo interprofesional (que se llama así por algo) y no cobrar 300 euros al mes trabajando 10 horas diarias

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