Primero se denominó 2019-nCoV, luego SARS-CoV-2. Más tarde optaron por llamarlo COVID-19. En los medios de comunicación se hace llamar el cóvid, la covíd y coronavirus. Muchos nombres para un virus que ha puesto en jaque a un sistema que se consideraba seguro

14 de marzo de 2019. Apenas quedaban un par de meses para que mi promoción se graduara. Ni por aquel entonces ni ahora me hubiese imaginado la situación en la que estamos. Jamás. Todas las veces que la palabra «pandemia» (a secas. Ni «pandemia mundial», ni «pandemia internacional») aparecía en el temario, pensaba que era uno de esos conceptos que existían por existir, no porque pudieran ocurrir en la actualidad.

El 14 de marzo de 2020, el presidente del Gobierno nos dio tal bofetada que todavía sentimos el picor. «¡¿Dos semanas sin clase?!» «La de cosas que voy a hacer. Adelantaré materia de clase, veré series, películas. Haré ejercicio, bla, bla, bla». Al final resultaron ser bastantes semanas más y ahora nos van a dar otra bofetada, pero esta vez en forma de colleja.

En los telediarios y en las redes sociales se nos llenaba la boca diciendo que de esta saldríamos mejores y más reforzados como sociedad (si es que lo estábamos). Pues bien, ni lo primero ni mucho menos lo segundo. A pesar de que hayamos aprendido a valorar lo que nos rodea, en lo social, seguimos dando palos de ciego. Los únicos que han salido reforzados han sido los fanatismos políticos y su palabrería, la intrascendencia de los jóvenes y su irresponsabilidad -pero ¡eh!, el transporte público a reventar- y las carencias y marginalidades de la sociedad con sus nuevos vecinos. Ahora, tras un ¿largo? verano y con la ultra preparada y bienaventurada vuelta al cole, vemos que ni nosotros ni los de arriba han hecho los deberes.

Llegó octubre y con él el duelo Sánchez vs Díaz-Ayuso como si de una puja de barrio se tratara. El Gobierno central se encaró con el madrileño (y viceversa) para demostrar quién de los dos tenía los dientes más afilados y el discurso más agraciado. El resultado fue una sociedad totalmente confusa y asqueada. Ahora lo peor será la disputa por saber qué medidas han sido las más efectivas; las de Sol o las de Moncloa. Así como Fernando Ónega escribió en 65ymás.com: «Ignoro quién tiene razón y, además, no tengo autoridad para atribuirla […] Por favor, que la víctima no sea la salud».

Siendo sinceros, esta situación parece que nos está enseñando a vivir un poco más al día y a improvisar. Muchas veces, cuando pienso en cosas que ocurrieron durante los meses de confinamiento, no sé si decir ¿Hace tanto?, ¿Ya?, ¿Solo? Recibimos tanta información que nuestra noción del tiempo acaba por saturarse.

Hay momentos en los que pienso que el verano no ha pasado y que hemos llegado hasta octubre saltando por el calendario. A pesar de esta rapidez, hemos normalizado las mascarillas hasta tal punto que ahora vemos videos, fotos o películas en las que aparece una muchedumbre junta y sin mascarilla que nos asombramos e incluso nos angustiamos por el cómo es posible.

Un 2020 que sonará a virtualismo y distanciamiento

Poco más de 70 días quedan para finalizar el 2020. Un 2020 que sin aparente duda se nos quedará confinado en nuestras cabezas. Un 2020 que marcará a una generación y dará comienzo a otra. Un 2020 que nos sonará a encierro y a desgarro, a frialdad e impotencia, a virtualismo y distanciamiento. Nos amparamos en la ilusión de que el 2021 será mejor. Confiamos en tener una vacuna, en recuperar una buena parte del PIB y en reestablecer el paro, en reconstruir gran parte del tejido empresarial, etc. Pero lo cierto es que mientras el Gobierno pronostica una sostenida recuperación que durará -al menos- hasta finales de 2023, el Fondo Monetario Internacional (FMI) asegura que España no recuperará su tasa de paro previa a la pandemia hasta 2026.

Dejando la política y demás espectáculos de lado, tenemos que conseguir hacer realidad esa promesa de «salir mejor de esta» porque, aunque ya no estemos confinados como en la primera ola, aún hay pandemia y va para largo. Vamos a pensar en qué podemos hacer nosotros por los demás y siempre tratando de superarnos cada día, de intentar ser mejores que ayer, pero disfrutando eternamente del hoy y del ahora, que como dicen por ahí, jamás se ha visto un mañana.

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7 comentarios en «Ni mejores ni peores, la cosa es salir»

  1. Enhorabuena Jorge.
    Una realidad del pensamiento popular expresada en pocas palabras.
    Continúa en esta línea que te espera un gran futuro por delante.

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