Para empezar a escribir sobre este tema, quería remitirme a la película de Disney, Pinocho; y a cómo su crecimiento desproporcionado de nariz -y transformación a burro, totalmente traumática para niños pequeños- consiguió que, durante la mayor parte de mi vida, evitase recurrir a las mentiras, en términos generalizados. Y digo “generalizados” intencionadamente, porque mientras me versaba sobre el tema he descubierto que hoy en día llaman “mentira” a cualquier cosa. Madre mía, ¡qué decepción!

Buscando información sobre la película, por si me descubría algo desconocido, he visto que viene de la década de los cuarenta, y me he quedado alucinada porque entonces, a casi todas las generaciones que habitamos el planeta en este preciso instante: Z, millenials, X… nos debería haber servido para evitar la mentira, al igual que la lectura obligatoria de “Campos de fresas” nos sirvió para evitar las drogas.

He recurrido a Pinocho pero podría haberlo hecho a cualquier otra película que se os pase por la cabeza.

Prácticamente en la totalidad de filmes comerciales de la historia, hay mentiras por todas partes, por desgraciado que nos parezca. Todos sabemos de qué momento hablo: la crisis ha nacido, el chico/chica la ha liado, y parece el fin.

Musiquita de melodrama, maletas, viaje al nivel de “cierro episodio, me voy de aquí” (…). Y luego todo se soluciona. Musiquita de reconciliación.

Todo siempre viene de una mentira en mayor o menor medida que, haciendo abstracción, simboliza que para que haya una reconciliación tiene que haber una mentira previa. Lamentable pero cierto.

Volviendo al tema que nos compete en términos generales, siempre ha habido una pelea dentro de mí sobre su existencia y justificación. ¿Por qué el ser humano miente? ¿Cuán burda es la necesidad de crear una dimensión paralela si ya tenemos una por desgraciada que sea?

¿No sería más fácil si todos dijésemos siempre la verdad? Somos cómo somos, y los hechos son los que son. ¿Para qué exagerarlos, disminuirlos o cambiarlos totalmente? ¿Por qué queremos aparentar vidas que no son las nuestras? ¿Por qué somos tan cobardes de no decir las cosas tal y como son?

Considero que el origen se encuentra en la aceptación de la verdad por uno mismo. Y una vez exista esta aceptación, en el entendimiento de que da exactamente igual lo que piensen los demás.

La verdad es esta. ¿Te gusta? No. Pues nada.

En línea a esto os remito a una escena que no tiene nada que ver pero me hace mucha gracia: La hora de José Mota y sus momentos de “El cansino histórico”, cuando dice austé a la mierda, tira a la mierda. Pues aquí igual, que no le gusta la verdad al que se la cuentas, pues le mandas a la mierda. No hay más.

No hace falta ir a hacer una entrevista e inventarte que sabes hacer malabares, cuando en realidad no sabes. O ir a vender un proyecto y lo mismo. Ese proyecto está abocado a la explotación masiva de tus empleados y a un fracaso absoluto. Pero ojo, que no estoy descubriendo el mundo. Esto es sentido común. Que se coge antes al mentiroso que al cojo, no lo digo yo; lo dice el refranero español.

Investigando un poco por la red voy a deciros que, en la generalidad, podemos diferenciar dos tipos de mentiras:

La omisión de la verdad

He leído por Internet que, según un estudio, mentimos entre 10 y 200 veces al día, ya qué solo contamos una parte de la verdad.

A mí esto, personal y humildemente, me parece exagerar. Decir una parte de la verdad, no es mentir: es omitir. Y en la omisión no hay dolo.

¿Que existe un tipo de omisión dolosa y hay delitos en su consecuencia? Sí, pero aquí hablamos de daños o perjuicios serios a terceros que se hubieran podido evitar con el cumplimiento intrínseco del deber. Ósea que no es el caso. Espero. Punto pelota.

La falsificación de hechos

La falsificación de hechos es el gran cajón desastre de la mentira y, dentro de esta, encontramos varios subtipos.

1.- Mentiras piadosas que, para mí, están justificadas, aunque me genera respeto la gente que tampoco las dice. Respeto y temor a la vez, porque a estas personas hay que saber llevarlas, y cómo se crucen con alguien sensible en sus vidas, lo tumban.

En concreto, tengo una amiga con la que nos reímos mucho, porque es totalmente anti mentiras piadosas. Cuando alguien le pregunta qué tal le queda algo, en vez de decir “no está tan mal” o “mejor buscamos otra cosa que pegue más con tu estilo” (cómo hago yo disimuladamente), le dice “estás horrible”, “te queda como el culo”. Estoy segura de que si le regalásemos algo que no le gustase nos diría “¿qué tipo de mierda es esto?”. Y por eso la apreciamos: por su incontrolable necesidad de decir la dura verdad hasta en los momentos más difíciles.

2.- Autoengaño, este concreto tipo lo dejo reflejado ya que lo he leído varias veces mientras me informaba.

No obstante, a mí no me termina de quedar claro. Creo que “autoengañarse” es complicado porque en el fondo de nosotros, siempre están los hechos y la verdad absoluta.

Considero necesario que, para que podamos hablar propiamente de una mentira, existan dos personas: el mentiroso y el mentido. No veo posible dentro de una misma persona encontrar ambas figuras, salvo que sea del género Múltiple.

A veces no queremos salir de la zona de confort o, en otras ocasiones, creemos que una relación va a funcionar cuando en realidad intuimos que va a ser complicado. ¿Eso es mentirse? Porque yo creo que no ya que la mayoría de habitantes en la tierra no somos videntes.

Podemos ponernos excusas, o defender nuestras decisiones con los argumentos más válidos que viajan por nuestra mente, pero nuestra conciencia interior, acá Pepito Grillo, sabe lo que hay y no es tonta. En la mayoría de los casos. En bastantes casos. En algún que otro caso.

3.- Mentiras compulsivas, este tipo miente por amor al arte y se encuentra cercano al reconocimiento como enfermedad incurable, puesto que al que las acomete, le resulta complicado hasta decir la más simple verdad.

Al respecto, solo comentaré que de pequeña, me gustaba mucho la película de Jim Carrey, pero que habla por sí sola.

4.- Rumores

Este tipo de mentira es indiscutiblemente ridículo. Imagino que todos conocemos el juego del teléfono escacharrado, consistente en decir una frase al primero de la fila/círculo y ver cómo el mensaje llega al final -siempre, totalmente modificado-.

Los rumores son consecuencia de los adornos que, a veces evitablemente y otras veces no tanto, el ser humano está tentado a añadir.

Aquí las conclusiones deben ser claras. No hay que decir nada sobre algo o alguien, si no estamos seguros de que sea verdad. O, al menos, para lavarnos las manos, si las decimos, añadir siempre un “pero no estoy seguro de si era así al 100%. Igual me lo estoy inventando”. Mi Pepito Grillo con esto queda tranquilo.

Y es que, no sé si soy la única, pero mis sueños -barra guión- pesadillas, a veces son tan reales, que luego no sé si es verdad  o lo he soñado. Por si acaso, cuando lo digo, siempre aviso que puede que no sea real.

En cualquier caso, no recomiendo hablar de vidas ajenas porque esto solo alimenta los grandes “de tu envidia nace mi fama”, “ladran, luego cabalgamos”.

5.- Otros

Hay otro tipo de mentira, tal vez más “laboral”, en la que, aunque no haya expresamente malas intenciones, no se alcanza el adjetivo de “piadosa”. Simplemente, hay una función que les da sustento. Un comercial que, para ganarse la vida, tiene que vender un producto que sabe que no es el mejor del mercado, y dice que si lo es. Acciones en la línea.

Bueno, puede tirar para adelante, porque está en el interior de sus funciones.

¿Miente mucho? Puede que sí. Pero más que mentira es exaltación de los hechos por causas de supervivencia. Difícil de argumentar. Sin más.

También está la mentira torpe, que viene de aquel sujeto que dice mentiras leves innecesarias pero, para más inri, se cazan al vuelo. Si haces algo, hazlo bien. Para hacerlo mal no lo hagas.

Conclusiones

Omitir la verdad, si no está tipificado por la ley penal, no parece grave y sirve para ahorrar problemas. A mí a veces me preguntan cosas, y me hago la loca intencionadamente. Loca o sorda. Y con ello, mi conciencia está muy tranquila. Ahora mismo, mi Pepito Grillo se está fumando un puro en mi cabeza mientras mira la página de ASOS.

Mentir piadosamente, para evitar dañar la sensibilidad de una persona, está bien si son cosas poco relevantes -cómo te queda la ropa, cuánto te gusta un regalo-.

Si ya entramos en valoraciones personales y juicios morales, en los que nos anticipamos pensando que algo va a sentar mal; pasamos a otro grado de mentira más grave, ya que no tenemos en nuestro poder divino valorar cómo va a caer algo en otra persona que, en términos aparentes, no es hiriente.

En este punto, es necesario abstenernos de convertirnos en un ente superior todopoderoso que hace juicios sobre lo que conviene o no decir. ¡La verdad por delante, leñe!

Por supuesto, no podemos entender por mentira piadosa no contar una infidelidad o cosas similares. Repito, la mentira piadosa hace referencias a asuntitos pequeños. No generalicemos y cataloguemos cualquier mentira como piadosa.

Mentir por mentir, inventar una realidad paralela, es lamentable. Y aquí, no puedo no hacer referencia a un par de ejemplos cercanos, que he vivido hace poco, de gente que se inventa que está liándose con alguien y es mentira. También he visto el Instagram petado de fotos de Maldivas de una conocida, que subía estas imágenes cogiéndolas de otros Instagrams –por supuesto sin pedir permiso-, fingiendo que eran suyas y que estaba ahí.

¿Estamos locos? ¿Con necesidad de qué? Esto a mí me parece de estudio de Cuarto Milenio -si por mi fuera Cuarto Milenio estaría petado de curro, siempre les cae algo de mi parte-.

En resumen, reflexionad sobre cómo empleáis la mentira en vuestras vidas y elegid los caminos de tranquilidad de conciencia que prefiráis. La mía está muy tranquila casi siempre.

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