Al pensar en un trabajo vocacional, la inmensa mayoría de las personas trasladan la mente a un hospital. Imaginan a un grupo de médicos o enfermeros trabajando. Y no deja de tener sentido, pues los sanitarios tienen uno de los trabajos más vocacionales que existen. Pero hay más trabajos con esa tendencia, aquellos que uno desea ejercer desde pequeño y a los que difícilmente se llega por casualidad. Dentro de ellos, se encuentra el periodismo: una profesión creada con la aparición del periodismo artesano allá por el siglo diecisiete. Desde entonces, ha tenido un peso muy importante en las sociedades modernas. De hecho, es comúnmente mencionado como uno de los pilares de cualquier democracia. Claro que hablaríamos, entonces, de prensa libre. Pero llegaríamos así a un gran debate al que se entra muy fácil, pero del que difícilmente se sale: ¿es la prensa del todo libre?

Una vocación real

La vocación en el periodismo es obligatoria, o eso piensan muchos periodistas que desde niños soñaron con tener un micrófono en las manos. O con presentar los informativos. Pero se ha demostrado que se puede llegar a ser un gran periodista sin adquirir esa vocación desde el primer momento. Aun así, y manteniéndonos en la línea de lo vocacional, hay algo que normalmente se pasa por alto: la romantización de la profesión que realizan muchas personas antes de entrar —o incluso al entrar— en la facultad.  Y esto es un punto de seria importancia, pues puede acarrearnos problemas cuando nos veamos inmersos en la profesión y veamos que no todo es tan bonito como parece.

El periodismo está lleno de desdichas que deberían enseñarse, de antemano, a aquellos que quieren ser periodistas en un futuro. Solamente así, aceptando esas condiciones, se sabrá si la vocación es real o no. Y es que, hay que amar mucho al periodismo para ejercerlo sabiendo todo lo que arrastra: comenzando por una difícil incorporación a un mercado laboral totalmente precario y terminando por descubrir que aquello de «prensa libre» es más utópico que real. Pero ¿qué sabré yo? Sería osado ponerme a describir lo peor del periodismo —por mucho que lo supiera— cuando no lo he ejercido de manera profesional. Es por ello por lo que prefiero ponerme en palabras de periodistas en activo, quienes me han dicho cuál ha sido el peor «golpe de realidad» que han vivido al comenzar a ejercer la profesión.

Precariedad, influencias políticas y económicas, corrupción

«La precariedad, sin duda. Es una profesión precarizada e inestable. Contratos temporales, sueldos muy bajos, falsos autónomos… Se extiende a casi todos los medios, con sus excepciones. Esto después tiene su repercusión también en la manera de trabajar. Según en qué contextos, trabajas con miedos, o agachas la cabeza si sabes que defender un enfoque o tema puede costarte el puesto» —manifestaba Tomás Galván, periodista de Radio Televisión Canaria, al ser cuestionado.

Y es que, efectivamente, el periodismo no solamente es un trabajo precario. También cabe destacar aquello de que la prensa libre no es del todo libre, sino que está llena de influencias políticas y económicas. «La relación entre la prensa y el poder está totalmente corrompida». Esta frase, de David Jiménez —periodista y exdirector de El Mundo—, serviría perfectamente como resumen de la situación real del periodismo. Jiménez es autor del libro «El director», lectura más que recomendable, cuya tesis es, precisamente, el mismo tema que se plantea en este artículo. En él, el propio autor cuenta con dureza las relaciones corruptas entre las empresas, la política y el periodismo que vivió de cerca durante su etapa como director del periódico El Mundo entre los años 2015 y 2016.

Al preguntar qué le diría a una persona joven que está pensando en estudiar Periodismo, Encarna Samitier —periodista y directora del diario 20 Minutos— respondía esto en una entrevista concedida a Código Público: «que lo estudie si verdaderamente tiene vocación. Es evidente que no tiene muchas salidas en la actualidad, entrar a la profesión está muy difícil y una vez dentro, desarrollarse como periodista también es muy complicado. Hay mucha precariedad, los horarios son malos y a las complicaciones de siempre se une ahora el avance tecnológico y la irrupción de las redes sociales, que facilitan la propagación de bulos. A pesar de todo, si tiene vocación y es verdadera, que siga adelante, que sea resistente y se esfuerce. Y que tenga también un punto de idealismo y compromiso con la sociedad».

Un espejismo peligroso

Habría tantas cosas que comentar, que no cabrían en este humilde artículo de opinión. Pero no hay aquí mayor intención que la de exponer que el periodismo no se trata de una profesión con un camino fácil. Y que el encanto y atractivo desde el otro lado de la pantalla no deja de ser un espejismo peligroso. Sobre todo, para aquellas personas que luchan por un mundo mejor y más justo, que no aguantan las injusticias o que le gustaría sacar la verdad a la luz. Pero que estarían jugándose así toda una carrera profesional. Y puede que, en algunos casos, mucho más que eso.

 

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2 comentarios en «Odiar al periodismo para poder amarlo»

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