Os propongo un reto, en lo que dura un telediario de cualquier medio generalista observad todas las noticias y al final preguntaros: “¿Me ha resultado útil esta información?”. Un ejemplo anecdótico: una noticia de la sección de sucesos que hablaba acerca de un anciano de Vigo que se dedicaba a rayar coches. El enemigo público numero uno que al parecer toda España debía conocer. Para más inri, la noticia se fue actualizando durante los días siguientes. Aparte de este exagerado ejemplo, vemos como los minutos del telediario se ocupan con ruido informativo: la extensísima duración de la sección del tiempo, la sobresaturación de la política española o el circo mediático (y vergonzoso) que se montó entorno al caso del niño Julen ¿Acaso no hay nada más importante de lo que informar en nuestro país o en el mundo? Debemos entender que los espacios informativos son los lugares en los que se forma la opinión pública.

Donde nace la opinión pública

Robert E. Park, en sus estudios sobre la opinión pública, hablaba de cómo los medios al seleccionar lo noticiable, establecían los focos de atención y por tanto, la agenda pública. Esto en relación con los informativos nos lleva a una cuestión: Si las noticias son irrelevantes, qué clase de opinión pública se está generando. Más importante aún y como función del periodismo, ¿estamos creando esa sociedad crítica? En esta línea, Walter Lippman en su obra Opinión Pública comparte una visión similar. Los medios funcionan como una ventana para comprender un mundo, que de otra manera un individuo por si solo no podría entender: «Estamos aprendiendo a ver mentalmente porciones muy vastas del mundo que nunca podremos llegar a observar, tocar, oler, escuchar ni recordar. De forma gradual estamos construyendo imágenes mentales fiables del mundo que queda fuera de nuestro alcance» (Lippman). La trampa de esta ventana es qué clase de estereotipos (o imágenes mentales, en palabras del autor) están generando los medios.

Así que, ¿de dónde viene la opinión pública? El modelo en cascada de K. Deutsch establecía cinco niveles de opinión: 1. Elites socio-económica; 2. Elites políticas y gubernamentales; 3. Medios de comunicación; 4. Líderes de opinión y 5. Público de masas. Si bien estos distintos niveles mantienen cierta autonomía y flexibilidad entre ellos, la “cascada de opinión” se ejerce con fuerza de arriba hacia abajo, es decir, del nivel uno al cinco. Esto determinaría la imposición de los intereses y opiniones de las elites sobre la gente. Existe un dato desolador (y recurrente) en el ámbito periodístico: entorno al 70% de la información global está en manos de siete empresas (News Corportation,Time Warner, Disney, Sony, Bertelsman, Viacom, General Electric). Solo en España, la gran parte de la información está en mano de los cuatro grandes grupos mediáticos: Mediaset, PRISA, Grupo Planeta y Unidad Editorial. Al hilo de la opinión pública, si la información está en manos de grandes empresas no es sorpresa que estos anteponga su interés económico frente al interés social.

Hacia nuevos espacios informativos

J.Habermas hablaba del gobierno de la ciudadanía a través de la opinión pública como un elemento indispensable para la calidad y buena salud de una democracia. Para que esta opinión pública sea razonada, los medios debían mantenerse independientes frente a otros actores sociales (empresas, gobierno, iglesia…) y debían ejercer una función inclusiva de los ciudadanos en la comunicación. Respecto a la independencia, en España existen modelos exitosos como los periódicos Eldiario.es, InfoLibre o Público; o programas de radio como Carne Cruda. Todos ejemplos de un periodismo de calidad que se mantienen independientes gracias a las aportaciones de sus socios. Resulta fantasioso que el próximo Gobierno lanzara una ley en materia comunicativa para poder blindar a los medios de los poderes económicos.

Las posibilidades de enriquecer los espacios informativos son amplias, se me ocurre varios ejemplos: el reconocimiento y visibilidad de identidades como la comunidad gitana; poner el foco de atención en problemáticas nacionales, como los desahucios, o internacionales, como los conflictos en Oriente Medio; elevar el debate político a la UE, una organización en la que se decide tanta cuestiones y a duras penas sabemos cómo funciona… Al igual que yo, cualquier lector con perspectiva podrá pensar en alguna otra cuestión. Otros pensarán que realmente si se tratan estos temas. Quizás, pero no en la medida, ni profundidad que requiere. Menos aún comparándolo con la desproporción mediática que reciben otros asuntos.

Sin duda este artículo tiene más exigencias que soluciones. Debemos entender que la comunicación, la información, es un patrimonio colectivo. La fuerza de una sociedad pasa, entre otras cosas, por la riqueza de los espacios informativos. La reflexión pudiera ser, si los medios generalistas quieren ser parte o estar a parte de la creación de una nueva opinión pública crítica y reflexiva.

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