En nuestro país, existen muchas personas que piden la igualdad en todos los sentidos, que claman por un estado en el que todos tengamos los mismos derechos y privilegios; sin embargo, nunca dejará de sorprenderme hasta qué punto puede llegar la doble moral e hipocresía.

El racismo es uno de los temas que más controversia causa en nuestro país. Y es que, por increíble que parezca, en pleno 2019 aún existe el racismo en todo el mundo. El “gran” siglo XXl aún discrimina tanto por sexo, como por orientación sexual y como no, por la etnia y cultura de la mayoría de la gente.

Las personas estamos demasiado acostumbradas a catalogar y juzgar y nos creemos con el derecho de hacerlo. Es verdaderamente decepcionante cómo en nuestra época, una que clama por la igualdad y el bienestar general, aún nos encontremos con situaciones discriminatorias.

Si bien es cierto que podemos encontrar comportamientos racistas y xenófobos en muchos ámbitos, concretamente en el terreno laboral se están cuestionando mucho estos comportamientos así como las consecuencias a las que pueden dar lugar.

Le he preguntado a diversas personas en las redes sobre si han vivido en primera persona o presenciado comportamientos racistas en el ámbito laboral y, aunque en un principio no estaban surgiendo demasiados testimonios, al final he conseguido recopilar algunos.

A continuación voy a mostrar las tres frases que más se han repetido y también las dos experiencias que más me han impactado. A petición de las personas que me han contado éstas experiencias no puedo mencionar ningún nombre, ni de los implicados ni del lugar, ya que muchos pueden verse comprometidos por el comportamiento de un allegado o pueden jugarse su propio puesto de trabajo.

“Ah, que eres Árabe ¡no lo pareces!”. Ésta frase es la más repetida por quienes me han contado sus experiencias. La mayoría se trataban de personas de orígen musulmán, aunque también la he escuchado referida a personas de orígen rumano o pertenecientes al pueblo gitano. En las entrevistas de trabajo se destapan tus apellidos y eso suele dar lugar a éstas palabras. Al parecer la propia frase de “no lo pareces” es la más repetida en cualquier tipo de discriminación.

“Señoras y también señores que agarran sus pertenencias casi por inercia cuando paso a su alrededor mientras trabajo”. Ésto es lo segundo que más he escuchado, sobre todo en personas que físicamente reflejan rasgos que se consideran extranjeros. Por lo visto, tener rasgos físicos diferentes a lo que se considera “normal” es motivo suficiente para catalogarte como un criminal. Éste es uno de los mayores racismos existentes, en el que te juzgan simplemente por tu físico.

“Han hecho incontables bromas con mi color de piel”. Puede que éstas situaciones sean las más fuertes, pero no son tan poco frecuentes como pueden parecer. Preguntarle a una persona si pertenece a una tribu africana solo por su color de piel, si es de orígen asiático hacer la “típica broma” de si comen gato o perro en su menú cotidiano, y a personas de orígen árabe preguntarles “en tono de broma” cuál es el próximo lugar en el que van a poner una bomba. Éstas “bromas” se dan entre propios compañeros de trabajo “¡son solo bromas!” pero nadie se interesa por si la persona en quien recae la burla se ríe. Es un mero chiste.

La primera experiencia que me han contado proviene de un cliente que presenció en un bar una situación que es casi surrealista. Muchos recordaréis la famosa serie “Aída” donde Mauricio Colmenero, dueño del bar del barrio, denigraba a sus camareros por ser extranjeros. Una de sus bromas más recurrentes era abofetear con una balleta a uno de sus camareros mientras le dice “Machupichu, indio tonto”. Pues bien, ésta misma frase la repitió un niño que había en ese bar cuando al camarero, de orígen sudamericano, casi se le cae la bandeja al tropezar por accidente, tanto los padres, como el jefe de aquel bar, le rieron la gracia al niño.

Y la segunda experiencia recae en una persona de orígen gitano. Según me contó una persona cercana con la que ésta misma trabaja, en el trabajo se encuentra con dificultades en cuanto se enteran que pertenece al pueblo gitano. Muchos clientes rechazan trabajar con ésta persona o también los propios compañeros de trabajo se rehúsan a prestarle ayuda cuando la necesita, se mofan o le ignoran. Por suerte ni todos los clientes ni todos los compañeros de trabajo se comportan así, pero esa discriminación constante ha hecho que el afectado se plantee dejar su trabajo, y si no lo hace es porque necesita el dinero para vivir, ya que el trabajo es otra cosa que escasea en nuestro país, igual que la empatía.

Llegados a éste punto muchos pueden preguntarse hasta dónde llega el límite del humor y cómo una pequeña broma inocente puede causar tanto revuelo. Y es que las bromas y el humor están bien, siempre que no sean a costa de otra persona, el respeto es lo que marca la diferencia.

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