Las revueltas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, hace ahora un mes, han sido el punto de partida de varios debates en torno al uso justificado de la violencia, los límites de la libertad de expresión… También se ha discutido sobre el papel que algunos jóvenes atribuían a los medios de comunicación y como la desafección de los jóvenes hacia la prensa se hacía evidente en estas protestas.

Durante las revueltas hemos visto como en diferentes medios aparecían jóvenes de todo tipo justificando las acciones violentas que se cometían en las calles. Son muchos los que aseguraban que la violencia que ejerce el sistema sobre los jóvenes es mucho más fuerte que quemar un contendor o romper unos cristales. Defienden que esta violencia es necesaria para que se les escuche, para poder entenderlos. Además, lo que más me llama la atención es la seguridad con la que afirmaban que todos los que no entendían el uso de la violencia es porque se encontraban en el lado privilegiado, porque ellos no sufrían esta violencia estructural. Así, a este posicionamiento también se le añadía el papel del periodismo como un aliado del sistema. Se demonizaban a los medios que informaban de los actos vandálicos. Se describía el periodismo como un arma que criminaliza a los jóvenes, ese enemigo que no quiere entender qué se está reivindicando realmente, sino que solo buscaba la espectacularización.

El periodismo está comprometido con la democracia y en esta unión no entra ni el odio, ni la discriminación, ni la violencia

Cierto es que los medios sufren una constante teatralización de las noticias y que es un reto que el periodismo debe afrontar cada día. Sin embargo, como espectador del telediario, me parece razonable que se muestren imágenes de los desperfectos causados y de los actos violentos. Es así como se debe informar, sin tapujos, mostrando qué está pasando y siempre acompañándolo de su correspondiente contexto. Es razonable que se ponga el foco en lo violento, porque es eso lo extraordinario, es eso lo que afecta directamente al orden cívico. Así, una vez mostrado esto, se puede intentar explicar qué reivindicación hay detrás de estos actos, pero nunca buscando su justificación ni su comprensión. La violencia no tiene justificación en las democracias, y la prensa debe tener esto claro. La violencia corrompe cualquier posible legitimación y contribuye aún más a la confrontación social. El periodismo está comprometido con la democracia y en esta unión no entra ni el odio, ni la discriminación, ni la violencia.

De hecho, esta visión del periodismo como parte del establishment choca directamente con los objetivos de la prensa. Son los periodistas las personas que dedican su rutina a cuestionar y controlar los poderes del Estado. Son los que investigan las injusticias, son los que rastrean con lupa y reivindican una actuación honesta de los cargos públicos, son esos guardianes que tanto seguimos necesitando.

Es esencial que el retrato de los jóvenes en los medios sea siempre desde la empatía y la honestidad

Todas estas quejas sobre las funciones del periodismo actual también se encuadran dentro de la afirmación de que los jóvenes actuales sienten una profunda desafección hacia los medios. El periodismo debe velar por dirigirse a los jóvenes, por entenderles y por saber sus necesidades. Es esencial que el retrato de los jóvenes sea siempre desde la empatía y la honestidad, porque existimos más allá de los reportajes sobre los disturbios, la adicción al móvil y las fiestas ilegales.

Los medios también deben acercarse a los formatos de los jóvenes, adaptar contenidos a las redes sociales, eliminar los muros de pago a los estudiantes… Pero aunque existan estas barreras no creo que los jóvenes hayan dejado de confiar en los medios. Nuestra generación, más que otras, sabemos lo que son las fake news, sabemos identificarlas y sabemos donde acudir si queremos encontrar información veraz. Esto se ha visto plasmado claramente durante los primeros meses de pandemia, sabíamos donde acudir para encontrar información contrastada, sabíamos que todo lo que nos llegaba por el móvil no era verdad, entendemos el trabajo que hay detrás de la información de la prensa.

No creo que estemos ante la generación que dejó de confiar en la prensa, igual que tampoco creo que la prensa debe de cambiar su modo de informar sobre los actos violentos. No obstante, sí se debe ajustar la representación de los jóvenes en los medios acercándose a los nuevos formatos. En estos tiempos de polarización y odio no debemos dejar que los jóvenes y el periodismo se vean aún más afectados.

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