Raíces religiosas y tronco político

Después de Ucrania, el conflicto más mediático es el que se desarrolla en el lugar de nacimiento de Cristo: Jerusalén es el epicentro de la guerra entre Israel y Palestina. El origen del conflicto data de principios del siglo pasado. El pueblo judío, huyendo del antisemitismo que se vivía en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, emigró a un territorio que consideraba la cuna de su religión y cultura. Sin embargo, este territorio ya estaba ocupado por el pueblo palestino. 

Encuadre geográfico de Israel y Palestina.

Los judíos fueron asentándose poco a poco en el territorio y surgieron los primeros conflictos entre nativos y nuevos residentes. Naciones Unidas intervino y aprobó la división del estado palestino en dos: una parte judía y otra árabe, creándose así el estado de Israel. Al Estado judío se le concedió un 55 por ciento del territorio; el árabe tubo que conformarse con un 44. El Estado palestino se negó a asumir la derrota y estalló la guerra entre las dos naciones.

La integración que no llega

Tantísimos años después, el conflicto sigue al rojo vivo. El odio entre los dos pueblos se ha hecho incontrolable. Israel, con mayor influencia internacional, ha conseguido acorralar a su adversario aprovechando su inestabilidad política y social. La batalla actual se ubica en la Franja de Gaza, uno de los pocos territorios que permanecen en posesión de Palestina. Asimismo, los ataques xenófobos son el día a día en ambos bandos. Un quinto de la población de Israel son palestinos. Aunque se vende una imagen de cierta integración, la realidad es que la población palestina sufre opresión tanto a nivel legal como social. 

Protesta de una mujer palestina.

Analizando a los dos rivales, Israel mantiene un gobierno unificado y una sociedad cada vez más cercana a Occidente (por ejemplo, es ampliamente reconocida  la óptima situación del colectivo LGTB en un país netamente religioso). También ha elaborado una economía admirable (con un 3,3 por ciento de paro). Por otro lado, Palestina se desangra con otra guerra civil interna. En las últimas elecciones de 2006, Hamás, una organización terrorista con la colaboración de la Yihad Islámica, se proclamó vencedora. El triunfo del partido extremista conllevó la división del Estado palestino en dos. En la zona de Cisjordania, Fatah se hizo con el poder. Ante esta coyuntura, el pueblo palestino está en desventaja, sin un Gobierno que pueda defender sus derechos.

El simbolismo de Jerusalén

Una de las claves del conflicto es la posesión de la ciudad de Jerusalén. Más allá de las implicaciones políticas y territoriales, Jerusalén equivale a algo más profundo: significa la supremacía de una religión sobre otra. Tanto el dogma islámico como el judío pertenecen a las religiones abrahámicas, pues comparten un mismo origen y múltiples características, como el monoteísmo. Ambas religiones tienen la ciudad de Jerusalén como epicentro de su doctrina. Para los árabes, Mahoma ascendió a los cielos allí; para los judíos, es el lugar donde una vez estuvo construido el Templo de Salomón. 

Jerusalén.

Hace unos años, Israel logró trasladar su capital de Tel Aviv hasta Jerusalén. Países como Estados Unidos, en señal de apoyo, cambiaron el lugar de su embajada. Otros, como España, acatan la resolución de la ONU y mantienen su casa diplomática en Tel Aviv. La aspiración de los palestinos es recuperar la zona del este de la ciudad para establecer su capital. Israel se niega, aclarando que su capital es “eterna e indivisible”.

La utopía de la paz

Se han planteado numerosas alternativas para la resolución del conflicto. Los israelíes y palestinos más fanáticos creen que la solución es expulsar de forma fulminante al enemigo y recuperar todo el territorio. Esta opción, hoy día, es inviable. Establecer un único Estado para ambas naciones y unificar el territorio también parece complicado. Habría que establecer dos sistemas políticos y económicos que comparten la misma casa. 

Lo más factible es establecer dos Estados independientes que puedan convivir en paz. Pero, para ello, tanto Israel como Palestina deben ceder y entregar al adversario alguna pretensión. Para los palestinos es indispensable contar con Jerusalén Este como capital, algo que Israel no está dispuesto a permitir.

Aun así, Israel no pretende alcanzar una negociación pacífica. La fuerza y el tiempo juegan a su favor. Se hace más y más poderoso gracias a la financiación y apoyo de países como Estados Unidos. La administración Trump, con el objetivo de decantar la balanza del lado israelí, se posicionó abiertamente a su favor. El futuro pasa por el dominio israelí. La pregunta es hasta qué punto el pueblo palestino podrá estar integrado. 

Muro de las Lamentaciones en Jerusalén.

Mientras tanto, el Muro de las Lamentaciones continúa escuchando las súplicas de quienes quieren encontrar la paz. 

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