“El humor es la mejor manera de acercarse a casi cualquier cosa; es una manera de entender las cosas, y también de explicarlas. Reírse de las cosas es una manera de vencerlas, de exorcizarlas.” Con este alegato en favor del humor como herramienta de crítica social, Fernando León de Aranoa defendió su última película, El buen patrón, en la rueda de prensa posterior a su presentación dentro de la Sección Oficial del Festival de San Sebastián. La cinta, protagonizada por Javier Bardem y producida por Jaume Roures (Mediapro), es una sátira sobre las relaciones laborales a través del personaje de Julio Blanco, un propietario de una empresa de balanzas dispuesto a cruzar cualquier límite (legal, ético, moral) para mantener el orden en su compañía.

No es casualidad que León de Aranoa reivindique el valor del humor en la que es su primera comedia en mayúsculas. Aunque sus películas anteriores estaban cargadas de momentos cómicos—desde la socarronería de Santa en Los lunes al sol al circo absoluto que es Loving Pablo en sí misma—hasta ahora su carrera estaba más vinculada a los códigos del realismo social que a la comedia más pura. Pero la verdad es que el cambio de aires le sienta fenomenal a su cine. La película echa mano de muchos tópicos vinculados al mundo empresarial—la concepción de la empresa como una familia, las relaciones entre jefe y empleados, la becaria joven con ánimo de prosperar—y los subvierte de una forma que, sin ser demasiado innovadora, resulta inteligente y acertada. El éxito, más que en el trabajo de dirección, está en un guion cuidado al milímetro, pues pese a las distintas tramas narrativas que se plantean y al complejo equilibrio de tono (poco a poco virando hacia la comedia más negra), la película nunca pierde ritmo ni deja de lado al espectador.

Como ya se ve en algunas de las reseñas publicadas en prensa, la película tendrá seguro detractores que la acusen de casposa, rancia y cutre. Pero en esta crítica hay, para mí, un confundir la parte por el todo: Julio Blanco, el protagonista, es sin duda un tipo casposo, rancio y cutre, pero la película es capaz de revelarlo como tal sin necesidad de maniqueísmos. Es más, aquí es donde la cinta tiene su máxima virtud. Por encima de cualquier cosa, El buen patrón es la película definitiva sobre el cuñado español. Esos señores que proceden de otra época y que son incapaces de entender el mundo que les rodea; pero que carecen de la capacidad crítica suficiente para darse cuenta, y por lo tanto van por el mundo asumiendo que su forma de actuar (sexista, clasista, irrespetuosa) está por encima del bien y del mal. Eso es Julio Blanco, y lo es en buena medida gracias a una de las mejores interpretaciones que ha hecho Javier Bardem en toda su carrera. La dicción, la gestualidad, la mirada: todo recuerda al arquetípico cuñado español de las cenas de Nochebuena.

Lo que es su mejor virtud es también un problema de cara a la recepción de la película fuera de España. Creo que la historia se enmarca en un contexto muy concreto, y que la precisión que tiene para reírse del cuñadismo patrio pasará desapercibida para el público que no tenga ese referente. Es decir, que la película lo va a tener muy difícil en la carrera al Óscar a la Mejor Película Internacional, para la que ha sido designada por la Academia de Cine este año. Pero que no sea del gusto de Hollywood no significa que no merezca la pena: es una gran comedia que merece todo el éxito del mundo en la taquilla.

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