El pasado 26 de septiembre, en Alemania se celebraron las elecciones federales para renovar el Bundestag, el Parlamento alemán, y abrir el camino a un nuevo gobierno. La atención de todos los medios globales se ha concentrado en la votación alemana, y no solo porque se trata del país más grande de la Unión Europea: el aspecto más relevante fue la ausencia de la candidatura de Angela Merkel, cancillera federal desde 2005 e indiscutida líder europea. Al acabar su cuarto mandato, Merkel decidió retirarse de la vida política de su país, dejando a los alemanes sin su guía y abriendo todo tipo de posibilidades para el futuro gobierno de la nación.

El fin de la era Merkel

Después de 16 años en el poder, Merkel va a ser recordada por muchas razones en los libros de historia: ella fue la primera mujer en desempeñar el cargo de cancillera y la primera nacida en la República Democrática Alemana (conocida como Alemania del Este) en liderar el país reunificado. Sin embargo, ella fue sobre todo la cancillera de las crisis, sabia guía de los alemanes a lo largo de los momentos más críticos de la historia reciente. Bajo sus gobiernos, el país superó la crisis financiera de 2008, hizo frente a la crisis migratoria y, en los últimos meses, lidió de manera eficaz con la pandemia de Covid-19.

Las capacidades de liderazgo y la actitud equilibrada de la cancillera, junto con su estable presencia en el poder, le permitieron ser llamada «mutti» (mamá) por sus connacionales, que probablemente habrían votado por Merkel otra vez si se hubiese presentado en las elecciones del 26-S. Sin embargo, su decisión de abandonar la política barajó todas las cartas y creó una situación de incertidumbre sin precedentes en la historia alemana.

En busca de un canciller

Para suceder a Merkel al frente de la nación, tres fueron los principales candidatos que se enfrentaron en la campaña electoral para convencer a los alemanes de merecer la misma confianza que le habían otorgado a la mutti. El partido de la cancillera (la Unión Demócrata Cristiana, CDU, de centro-derecha) se presentó con su nuevo líder, el moderado Armin Laschet. A pesar de la popularidad de su predecesora, Laschet no consiguió ganarse plenamente el favor de los votantes. La CDU se detuvo así en el 24% de los votos, perdiendo 50 escaños desde las últimas elecciones.

Por otro lado, quien sí conquistó al electorado fue Olaf Scholz, vicecanciller en el último gobierno de Merkel y líder del partido socialdemócrata (SPD). Su proximidad con la cancillera y sus propuestas de reformas sociales le permitieron ser percibido como el candidato más confiable para guiar el país. El SPD superó de esta manera la CDU, ganando el 25,7% del consenso y 53 escaños más en el Bundestag. Se depositaban muchas expectativas también en la candidata de los verdes, Annalena Baerbock, joven líder cuyo ambicioso programa electoral estaba enfocado en las políticas medioambientales: éste le permitió llevar su partido al 14,8% de los votos, con una subida de 51 escaños con respecto a 2017.

Los otros partidos que lograron el acceso al Parlamento fueron:

  • el Partido Democrático Libre (FDP, centrista y liberal) con el 11,5%;
  • el partido nacionalista y xenófobo AfD (Alternativa para Alemania) con el 10,3%;
  • el partido de extrema izquierda Die Linke (La Izquierda) con el 4,9%.

Posibles escenarios tras las elecciones

Puesto que ningún partido logró la mayoría de los escaños, desde el cierre de las urnas apareció clara la necesidad de un acuerdo interpartidario. En realidad, un gobierno de coalición no es nada nuevo para los alemanes, que hasta ahora estaban acostumbrados a una Große Koalition (“gran coalición”) entre CDU y SPD: la cohabitación de demócratas cristianos y socialdemócratas caracterizó tres de los cuatro gobiernos de Merkel, incluido el último. Sin embargo, CDU y SPD rechazaron la idea de volver a pactar para formar un gobierno, afirmando la necesidad de pasar página.

Sin un acuerdo entre los dos partidos principales, en el próximo gobierno tendrán que incorporarse tres fuerzas parlamentarias. Por si fuera poco, hay más vínculos: en la coalición ciertamente no cabrá el partido ultraderechista AfD, excluido de las negociaciones por sus ideas extremistas. Tampoco habrá espacio para Die Linke, cuyos pocos escaños no resultarían decisivos en ningún caso. Por consiguiente, el nuevo gobierno tendrá que incluir verdes y liberales, a los que podrían sumarse los demócratas cristianos (llevando a cabo la coalición “Jamaica”) o los socialdemócratas (formando la coalición “semáforo”). Antes de llegar a un acuerdo final, las negociaciones podrían durar varias semanas. La esperanza de los partidos es que un nuevo gobierno logre instalarse antes de Navidad. 

Un semáforo para Alemania

Hasta el momento, la coalición que parece más probable es la “semáforo”. Los rojos del SPD ganaron las elecciones, por lo que sería más lógico imaginar un gobierno liderado por un canciller socialdemócrata. Además, una alianza entre SPD y verdes resultaría sin duda más natural. Por lo tanto, la semana pasada empezaron las negociaciones entre los tres partidos, que hoy en día siguen dialogando para llegar a un compromiso.

El principal obstáculo es actualmente la diferencia de perspectivas económicas entre SPD y FDP. Los liberales exigen a los socialdemócratas el puesto de ministro de Finanzas para reducir el gasto público, así como apoyar el retorno a reglas fiscales más estrictas dentro de la Unión Europea. Si los tres partidos consiguen desatar este nudo, para Navidad Merkel podrá ir de vacaciones cediendo el paso a la coalición “semáforo”. Y con ella podría ir también Laschet, preparado para dimitir si Scholz se convirtiese en el próximo canciller de Alemania.

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4 comentarios en «Las elecciones que podrían cambiar Europa: ¿qué está pasando en la Alemania post-Merkel?»

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