Porque sí, el deporte queramos o no hay que amarlo en todas sus formas; queramos o no forma parte de la vida de la mayoría de las personas de la faz de la Tierra siendo algo tan natural como el comer o el querer. El deporte es vida.

Desde bien pequeños entramos en contacto con el deporte ya sea a través de una pelota de dimensiones reducidas con la cual experimentamos la ley de la gravedad o jugando al pilla pilla después del colegio en tardes tan efímeras e inolvidables como la misma infancia. Unos años más tarde nos apuntamos al deporte que nos llama la atención o empezamos a sentir algo por un equipo en concreto y entonces, no nos separamos de él nunca.

Porque a partir de ahí, los sentimientos que nos genera la practica deportiva empiezan a aflorar y a mostrarse para quedarse con nosotros a lo largo de la vida. Porque tus primeros compañeros que tuviste nunca se olvidan; porque cada vez que pienses en tu primer partido seguirá recorriendo tu cuerpo ese hormigueo mágico; porque siempre recordarás tu primera derrota que acabó siendo una lección; porque el deporte deja huella en la vida del que entra en contacto con él.

Siempre he pensado que el deporte es el mayor motor de ilusión del planeta y creo que estoy en lo cierto. El deporte es a nuestra sociedad lo que el circo a la de la Antigua Roma, ya que en ocasiones es utilizado por los poderes fácticos como distracción para que el pueblo esté entretenido y no abra la ventana de una realidad no tan emocionante. Su poder de alcance tienta a las mentes más aprovechadas a darle un uso no del todo legítimo, pero el deporte es mucho más que una herramienta disuasoria: el deporte es un generador de pasión y de humanidad necesario para poder alcanzar una plenitud vital. Gracias a la repercusión e influencia del deporte se han podido superar escalones hacia la justicia en el mundo y a la vez ha sido, es y será fuente de inspiración para millones de personas que luchan por sus sueños cada día.

Valores como el respeto, la igualdad o la amistad se retroalimentan de forma exponencial cuando el deporte es el anfitrión. Además de todo esto, el deporte es pasión: sin pasión no hay deporte y sin el deporte a la pasión le faltaría algo. ¿Quién no se ha emocionado con la victoria de su equipo? ¿Quién no ha estado expectante por el inicio de unas nuevas Olimpiadas? ¿A quién no le han poseído los nervios cuando la gloria o la derrota se decidía en el último momento? ¿Quién no ha sentido como suya aquella disciplina que tantos momentos le brindó? Sin duda, el deporte es el marcapasos de millones de corazones en el mundo.

Es sabido por todos que el deporte en ocasiones genera rivales deportivos y extradeportivos, pero este hecho no mancha las innumerables amistades que se han llegado a crear gracias únicamente al deporte y a su poder de unión, siendo algo de lo que pocos pueden presumir. Amistades que son para toda la vida y que marcan la forma de ser de todas aquellas personas que, una vez más, se adentran en el maravilloso mundo del deporte. Hemos visto como equipos, que más que un equipo eran una familia, conseguían proezas extraordinarias recordadas en los anales de la historia, o a su vez hemos conocido historias de superación entre amigos dentro del deporte que nos han emocionado a todos y a todas a lo largo de los años.

En definitiva, el deporte es mucho más que simple actividad física para llevar un estilo de vida sano. El deporte es una herramienta para cambiar este mundo en constante movimiento que tantas incógnitas nos presenta día a día, y desde el punto de vista de una persona que desde que tiene uso de razón el deporte ha estado permanentemente en su vida, he de decir que el deporte hace que ésta sea un poco más bonita de lo que ya es.

 

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