Agitado final de curso el que estamos viviendo estas semanas. Ante un verano atípico que se va a traducir en menor tiempo de viajes y de extensión más reducida, se suma una primavera de parálisis que ha derivado en un intenso mes de julio. Aunque los temas a tratar son importantes, valgan estas líneas para reflexionar brevemente acerca de lo más importante que nos atañe estos días.

La semana ha terminado con una de cal y una de arena para España; la no designación de Nadia Calviño como cabeza del Eurogrupo daba la sorpresa negativa. Más allá del éxito o fracaso de las negociaciones del Gobierno de España y algunos análisis muy interesados por parte de ciertos sectores conservadores, la cuestión que resurge es ¿qué modelo de Unión Europea se estaba planteando? La otra cuestión relacionada con la Unión Europea ha sido la bien conocida aprobación del fondo de reactivación económica tras la crisis del COVID.

Las dos caras de la misma moneda ponen de manifiesto una disyuntiva que la Unión Europea lleva tiempo debiendo afrontar. Por una parte, la Unión Europea más clásica, de la mano de países como Francia, España, Italia y también Alemania, busca continuar el proceso de construcción europea aunque sin una estrategia clara en el largo plazo. Por otra parte, los miembros recién llegados y aquellos que se están beneficiando de un status favorable como potenciales paraísos fiscales han demostrado muy poca voluntad en el desarrollo de una Unión Europea más fuerte y cohesionada.

El hecho de haber puesto al frente de la representación económica a un defraudador fiscal en potencia como Irlanda pone de manifiesto que, para una parte relevante de sus componentes, la Unión hace tiempo que dejó de estar orientada a mejorar la vida de sus ciudadanos sino a facilitar el beneficio de los grandes capitales.

Ante este panorama hay que plantearse hasta qué punto deberíamos seguir aceptando unas normas del juego que solo son de aplicación cuando ganan otros. Nunca he sido un euroescéptico pero cada vez soy más escéptico con el futuro de la Unión Europea. Probablemente, y una vez puesto de manifiesto que no existe voluntad política de construir más y mejor Europa, las claves deban pasar por dos estadios diferentes.

El primero de ellos hace referencia a los mecanismos de cooperación reforzada. Cada Estado es soberano para decidir dónde quiere estar, pero nada debería impedir que parte de los Estados profundizasen sin límites en todos aquellos “mecanismos de unificación” de sus políticas que estimen oportunos. Así, la cooperación existente entre España y Portugal en múltiples materias -como el mercado energético- debería ser un inicio de algo más fuerte que pudiera extenderse también a otros países vecinos como Francia o Italia.

La segunda cuestión, algo más compleja, radica en la diplomacia europea y en cómo se traduce esto. A pesar del resultado de Calviño, resulta innegable que España vive uno de sus mejores momentos en lo que a Asuntos Exteriores y diplomacia en Europa se refiere -véase el ejemplo de Borrell, o el éxito de la negociación del fondo de reactivación económica-. Esta fuerte unión y cohesión demostrada entre los grandes países en la negociación del fondo del COVID debería mantenerse para impulsar reformas a nivel europeo que cambien la vida de la gente.

Por ejemplo, no es de recibo que, en materia fiscal, se requiera unanimidad de los Estados para poder impulsar directivas y armonizar legislaciones a nivel comunitario. El Impuesto de Sociedades hace tiempo que requiere de una legislación armonizada para todos los Estados que evite esta dicotomía existente. Esta negociación debería promoverse aún a riesgo de tensar en exceso la cuerda de la Unión Europea, y que alguno de sus miembros se replantease su adhesión como sucedió con Reino Unido. Como dice la expresión, más vale pocos y bien avenidos que muchos sin resultado ninguno.

En definitiva, Europa plantea múltiples interrogantes con un final de curso apoteósico. Ponemos ahora punto y seguido de una historia que, a partir de septiembre, seguirá narrando cómo se construye el futuro de nuestras vidas.

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