El 2018 está tocando a su fin, y es momento de recopilar lo más destacado del cine estrenado este año. Todo fan de este tipo de listas sabe que hay, a grandes rasgos, dos formas diferentes de hacer un top del año: o bien considerando las películas cuyo año de producción es el año en concreto (2018 en este caso), o bien ateniéndose sólo a los estrenos en España. Así, por poner un ejemplo, en algunas listas de lo mejor de 2018 aparecen películas como Call me by your name o El hilo invisible (que se estrenaron en España este año) pese a ser producciones de 2017. En medio de este dilema, yo voy a optar por fundir los dos criterios a mi manera: priorizo las películas producidas en 2018, pero incluyo dos que no lo son porque merecen ser visibilizadas de alguna manera. Al final, el objetivo es ese: recomendar, en un orden bastante aleatorio, diez películas que me han flipado este año y nadie se debería perder.

10. Todos lo saben, de Asghar Farhadi (España España)

Resulta que la película que mejor ha sabido retratar, en los últimos años, las tensiones de la España rural, la firma un iraní que no habla ni una palabra de español. Con todos sus defectos y sin ser lo mejor de su filmografía, Todos lo saben captura a la perfección esa problemática que los españoles tenemos con la memoria, con el pasado: las viejas heridas que se reabren, las tensiones de clase que nunca desaparecieron, las grietas que no se han cerrado. Que el pasado siempre vuelve es algo universal; pero Farhadi lo sitúa en un contexto que invita a una lectura en clave social y política. Vernos desde los ojos del otro es siempre revelador, aunque a veces duela.

9. Roma, de Alfonso Cuarón (México México)

Algunos dirán que en Roma, pese a sus 135 minutos de metraje, no sucede gran cosa. Y es verdad que la trama se podría resumir en muy pocas palabras: la vida de una familia de clase media-alta en el México de los años 60. Pero es que no son los acontecimientos lo que importan; es cada gesto, cada plano, cada detalle: un agua de fregar que parece las olas del mar, un coche demasiado grande para su plaza de garaje, una ausencia paterna silenciada que sin embargo se palpa… Cuarón pone toda su destreza técnica (que es mucha) al servicio de la historia más personal que nunca ha contado. Su infancia, su vida.

8. Petra, de Jaime Rosales (España España)

Jaime Rosales coge los códigos de la novela de folletín, los deconstruye, y articula con inteligencia y virtuosismo formal una película sobre (vaya con el cine español de este año) las heridas abiertas del pasado. Ya conté por aquí, al analizar las nominaciones a los Goya, que era un escándalo que Petra se hubiese quedado fuera de todas y cada una de las categorías a las que aspiraba. Es la mejor película española del año, tiene la puesta en escena más estimulante del cine patrio, y las actuaciones (Barbara Lennie y Marisa Paredes a la cabeza) son brillantes. Así que sencillamente, me reafirmo en lo dicho: hay que verla.

‘Petra’, de Jaime Rosales.

7. El ángel, de Luis Ortega (Argentina Argentina)

Ritmo, potencial visual y un personaje protagonista al que no puedes dejar de mirar. Esas son las bazas de la película argentina El ángel, que narra la vida del criminal Carlitos Robledo en los años 70. Tiendo a acabar priorizando películas más lentas o reflexivas en mis rankings, pero El ángel es una opción para todos los públicos: entretenidísima, juega todas sus bazas al magnetismo de su protagonista y sale victoriosa. Tiene, además, la mejor escena inicial que he visto este año, en la que el tono de la cinta y el carisma del personaje quedan perfectamente dibujados. Es disfrutable de principio a fin, y deja el poso de las mejores obras de Scorsese: un antihéroe inolvidable que nos sitúa como espectadores en posiciones nada cómodas.

6. En tránsito, de Christian Petzold (Alemania Alemania)

Las películas sobre el nazismo y la II Guerra Mundial son ya un género en sí mismo, que reaparece en la cartelera cada cierto tiempo. Christian Petzold, como ya hizo en Phoenix (2014) vuelve la mirada a esta época para explorarla, aunque parezca imposible, desde nuevos puntos de vista. En tránsito es una parábola que, a través de una contextualización ambigua, funde dos periodos históricos que cada vez se parecen más: el exilio de muchos germanos en la Alemania de Hitler y la reciente crisis de los refugiados en Europa. Era dificilísimo hacer una película elegante y lúcida a partir de esta premisa, pero Petzold lo consigue. Una vuelta de tuerca al cine del nazismo para fans del género.

5. Los perros, de Marcela Said (Chile Chile)

No solo el cine español vuelve una y otra vez a la necesidad de afrontar el pasado. Chile, otro país con grandes heridas históricas, ha abordado el tema en una grandísima película como es Los perros. El cine latino tiene en los últimos años una capacidad para ir más allá en los cuestionamientos morales, para incomodar al espectador desde situaciones nada agradables, de la que este filme chileno es fiel representante. La protagonista es una mujer con la que cuesta empatizar, pero gracias a su fuerte potencial simbólico y evocador, la película nos va conquistando poco a poco con una historia de vencedores y vencidos en la que la justicia no queda en buen lugar. Cine del que renueve y deja huella.

4. Burning, de Lee Chang-dong (Corea del Sur Corea del Sur)

De Rashomon (Akira Kurosawa, 1950) a La doncella (Park Chan-wook, 2016) el cine asiático ha demostrado siempre una enorme habilidad para jugar con el punto de vista en el séptimo arte. Que en narrativa siempre vemos a través de los ojos de alguien es algo que el cine mainstream ha hecho que olvidemos, pero que películas como Burning nos recuerdan a la perfección. Este thriller de piezas que no terminan de encajar es fascinante en tanto nos hace plantearnos, en todo momento, dónde está la verdad y hasta qué punto podemos confiar en las imágenes que se nos muestran. Compleja, profunda y desasosegante, es de esas películas que se disfrutan mucho más en un segundo visionado. Para los amantes de los juegos narrativos.

‘Foxtrot’, de Samuel Maoz.

3. Foxtrot, de Samuel Maoz (Israel Israel)

El reciente fallecimiento del escritor israelí Amos Oz ha vuelto a poner el foco en cómo el arte ha ejercido de conciencia crítica en este país. Duramente criticada por el ministro de cultura por antipatriótica, Foxtrot es el ejemplo perfecto de esto: aborda los excesos de las fuerzas armadas en Israel, el sufrimiento que supone para la población vivir en un estado militarizado. En un drama en tres actos, equilibrado y perfectamente construido, Samuel Maoz mete en dedo en la llaga y entrega una película sólida, comprometida y que debería despertar la conciencia de más de uno. El título es lo único amable que hay en ella: puro cine político sin concesiones.

2. Un asunto de familia, de Hirokazu Koreeda (Japón Japón)

La Palma de Oro de Cannes no ha defraudado este año. Hirokazu Koreeda ha llegado a la cumbre de su carrera, con una película que tiene los temas de sus filmes anteriores—la familia como vínculo construido, el conflicto entre lo moral y lo legal, el foco en las diferencias sociales—pero con la precisión y el acierto de sus mejores obras. Todo está medido al milímetro en Un asunto de familia: la planificación deja con la boca abierta, las relaciones entre los personajes se entrelazan con completa naturalidad, y el discurso se va construyendo hasta el (anti)clímax de su último tramo. Koreeda tiene la virtud de los grandes cineastas: hace fácil lo difícil. Y una película que parece sencilla esconde en realidad los cuestionamientos más profundos; la emoción más pura.

1. Lazzaro feliz, de Alice Rohrwacher (Italia Italia)

En algún lugar entre el cuento de hadas, la tradición neorrealista y el realismo mágico ha surgido la joya que ocupa el puesto más alto en este ranking. Lazzaro feliz, segundo largometraje de la realizadora italiana Alice Rohrwacher, es una película muy difícil de explicar: es a la vez una fábula sobre la bondad y una crítica a la desigualdad de la sociedad postindustrial; un cuento de hadas—con castillo, reina y siervos—y una hagiografía de la vida de un santo. Lo tiene todo y lo funde con una delicadeza formal, una personalidad y una sencillez que parece sacada de otro mundo. Sé que nada tiene sentido así descrito, pero es que sólo se puede comprender de una forma: hay que verla.

‘Lazzaro feliz’, de Alice Rohrwacher.

 

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