Ayer se cumplieron 10 años del cese definitivo de la banda armada, acababan así épocas de sangre y balas como «los años de plomo». Acabaron también las pesadillas de los coches bomba, y el pánico a vivir entre atentados. España volvía a respirar y dejaba de lado más de 50 años de terrorismo y miedo incrustado.


Soy Héctor Chueca, natural de Murchante, una localidad de la ribera de Navarra y tengo 20 años. Todavía recuerdo aquella noticia repitiéndose durante todo el día, “La banda terrorista anuncia el cese definitivo de su actividad armada”, repetían en bucle una y otra vez los telediarios. A la hora de la cena, durante el desayuno del día siguiente, y por consiguiente también durante todo el día de después. Era la noticia que todo el país llevaba esperando durante más de 50 años, desde que la organización criminal decidiera empezar a acabar con la vida de civiles allá por 1968.

Comunicado de ETA, 20 de octubre de 2011, cese definitivo de la actividad armada.

Si me he presentado formalmente en estas líneas es por una explicación, a mis 20 años de edad todo lo que se sobre ETA y todo lo que concierne a la banda es por información propia que he ido rascando de testimonios familiares, de conversaciones escuchadas de extranjis, de la prensa, pero no por el colegio, ni mucho menos en el instituto.

Nuestra generación nació durante los últimos años activos de la banda, y hemos crecido con un miedo menor alrededor, casi inexistente, pero todo culminó hace exactamente diez años y un día, cuando un 20 de octubre de 2011 todo acabase con un “compromiso claro, firme y definitivo de superar la confrontación armada”, como afirmó la banda en el comunicado oficial que anunciaba su cede. Al mismo tiempo que pidió a los Gobiernos español y francés un «diálogo directo» con el objetivo de llegar a una solución de «las consecuencias del conflicto».

Reflexiones de un alumno frustrado

Hoy reflexiono; intento averiguar entre mis conocimientos archivados si alguna vez nos hablaron del conflicto vasco durante la ESO o Bachiller. Investigo y no encuentro nada, ni en los planes de estudios. Tan solo tengo un vago recuerdo de unas conversaciones con uno de mis profesores de Historia, que nos introdujo en el mundo de la banda armada y lo que significó en todo el territorio nacional, pero sobre todo en Euskadi y Navarra. Pero yo tengo varias preguntas, ¿Ha superado España las atrocidades cometidas por la banda criminal?, ¿Por qué no se enseña en los colegios la historia de ETA, los años de plomo y de actividad de la banda?

No hay olvido para ETA

Parece que todavía no hemos podido superar el daño causado a nivel social por la banda armada. Los “años de plomo” marcaron a fuego el carácter y la personalidad de generaciones completas, que convivieron junto con el miedo y el terror. Las noticias sobre atentados, muertes, disparos, coches bomba y balas incrustadas en las calles eran casi diarias. La mayoría de días los telediarios abrían con un nuevo atentado, y las primeras páginas de los diarios y las cabeceras de todas las radios replicaban estas informaciones.

Un recuento oficial cifra en 856 las víctimas mortales de la banda, a las que hay que sumar unas 7.000 víctimas y 3.500 atentados, de los cuales hay todavía unos 310 sin resolver. Es normal que nuestro país no haya podido cerrar la herida del terrorismo, una herida abierta por el nacionalismo vasco, ese que además se respaldó en un discurso político que sigue dañando la memoria de víctimas y familiares.

Proyectos por y para la memoria

Son muchas las producciones audiovisuales, proyectos literarios, y arte en general que recoge el recorrido del terrorismo abertzale. A día de hoy podemos ver en cartelera Maixabel, una historia real de reencuentro entre la mujer de una víctima y uno de los asesinos. Podemos sumar a este proyecto lecturas como Patria o Los Peces de la Amargura, ambas de Fernando Aramburu, documentales como El Fin de ETA, o producciones como La Línea Invisible. Estas historias de vida, en muchos casos reales o muy cercanas a la realidad, son las vivencias del pueblo vasco, y por consiguiente de toda la población española durante los años más duros de actividad armada.

Fuera de tono

A día de hoy sigo sin entender un motivo clave para la reconstrucción de la memoria colectiva y la reparación de las víctimas, y ese motivo son los discursos que no condenan la actividad de ETA. Hace tan solo tres días fue Arnaldo Otegui, histórico dirigente de HB y político ligado a la actividad social de la banda, quién dejó en los medios unas declaraciones peligrosas, repugnantes y que deberíamos condenar. «Sentimos su dolor. Nunca debió haberse producido». Unas palabras que nos han convencido al gran público, y que los expertos han tachado de “vomitivo paripé”.

Los expresos de ETA, Kepa Pikabea, Andoni Alza, Rafa Caride, Andoni Díaz Urrutia, Ibon Etxezarreta, Carmen Gisasola y Joseba Urrusolo, han mostrado su disconformidad con las declaraciones del dirigente vasco en una carta publicada en el diario ‘Berria’.  «Es inaceptable que los que tienen la responsabilidad política no asuman la suya sobre lo que ha sucedido», afirman las voces de estos.

Educación del olvido

Se cumple el décimo aniversario del cese de ETA, y yo me pregunto, ¿por qué no nos explican en las aulas qué fue el grupo terrorista?, ¿cómo se desarrolló?, o ¿qué implicó para la sociedad? Parece que los planes educativos han preferido pasarlo por alto. Claro, es mejor saber el nombre de todos los Reyes Visigodos, incluso las fases completas de cualquier acontecimiento superfluo que entender las causas sociales del nacimiento de ETA, lo que fueron los años de mayor actividad de la banda, o las consecuencias que esta ha tenido para nuestra sociedad. Consecuencias, que, por cierto, estamos pagando.

Sigo sin comprender la ausencia de la historia del conflicto vasco en las aulas, a pesar de que el peso en la cultura y en la política es cada vez mayor. Pero son cosas de planes de estudios, de política e ideología. Por eso mi consejo es que te formes, te informes y entiendas que en estos 10 años ETA ha desaparecido como agrupación, pero que sigue viva en la sociedad, en la política y hasta en nuestro día a día. Porque una nación que olvida su pasado está obligada a repetirlo, y yo me niego a que la sangre corra de nuevo por las calles de nuestro país en nombre de una falsa utopía, “la independencia”.

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