La ofensiva del presidente ruso, Vladímir Putin, no hace más que expandirse, ya no sólo por Ucrania, sino por todo el mundo. No estamos hablando únicamente de una lucha armada entre militantes, sino que podemos decir que se está produciendo una especie de guerra híbrida donde cualquier tipo de ofensiva es válida.

Los planes de Putin se parecen a los de la lista de Schindler; algo que dice, algo que hace. O, mejor dicho, algo que dice que no va a hacer, acaba convirtiéndose en algo que termina haciendo. ¿Cómo hemos acabado así? Civiles con armas; largas colas por carretera para salir del país; bombardeo de hospitales, farmacias, aeropuertos; corredores humanitarios que prácticamente son las puertas al infierno descrito por Dante… toda una desesperanza.

Ni siquiera las sanciones económicas impuestas por la Unión Europea y el resto de países consiguen terminar con la guerra de Putin. Porque no es la guerra de Ucrania, ni siquiera la guerra de Rusia contra Ucrania, no. Es la guerra de Putin contra el mundo. Porque, como bien dice Andrei Kortunovun, un aliado de larga data de Vladimir Putin, no se contempla una solución diplomática y democrática ante la guerra si el presidente ruso «no obtiene algo» que pueda mostrar como señal de victoria ante la población de su país.

Por no mencionar la cara B de todo esto. ¿Dónde aguarda la libertad de expresión? Los diarios publican los mapas sobre el avance de las tropas rusas en Ucrania, así como las imágenes de los telediarios sobre los edificios derruidos del país. Pero Rusia no se queda corta. Hay una parte de la sociedad que aboga por la derogación de la guerra. Estas personas salen a la calle a manifestarse y acaban detenidas por la policía rusa.

“Acceso bloqueado. La dirección web forma parte del registro de sitios de información cuya difusión está prohibida en la Federación de Rusia”, se anuncia al intentar acceder a medios como la BBC, Deutsche Welle, o las estadounidense Voice of America. Por su parte, grandes medios de comunicación rusos como Sputnik o Rusia Today han sido vetados por el Kremlin, así como redes sociales como Twitter o Facebook. Absolutamente todo está controlado por el mandatario ruso. 

Por otra parte, las decisiones políticas, sociales y humanas también se han visto afectadas para el país ucraniano. Se puede decir que cualquier movimiento geopolítico lleva la firma de Vladímir Putin. Sin su consentimiento no hay acto que valga. Por no hablar del resto de occidente. ¿Qué hay de la gran factura de la guerra? Un 1% del crecimiento del PIB mundial es lo que costará esta  guerra al conjunto de las economías del mundo, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). 

Pero, la pregunta que todo el mundo se hace es ¿cuándo va a terminar esta simulación? Desgraciadamente, si la invasión perdura en el tiempo, los medios de comunicación dejarán de llenar sus páginas sobre este acontecimiento, al igual que ha sucedido siempre. Lo cual significa que la sociedad terminará dejando de lado la cuestión. No por voluntad propia, sino porque ya no será tema principal de las agendas. ¿Dónde está la salida? Por mucho que todo esto parezca devastador, como bien aseguran los ciudadanos de Ucrania, lo peor está por llegar.

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