Lejos del fatalismo al que nos abocaba la derecha, alguien ha aparecido de nuevo para demostrar que de las cosas bien hechas también se puede seguir avanzando

Cuenta la leyenda que hay un ave que nunca muere, aunque siempre la dan por perecedera. Un ave que cada vez que agota sus días se sumerge de nuevo en las llamas y revive de sus propias cenizas. Y no, no hablo del Ave Fénix, vaya tópico ¿verdad?; hablo de Pedro Sánchez, el político del aplomo, la memoria, la esperanza y la regeneración. El socialista al que todos dan por muerto una y otra vez, pero que siente la muerte preparándola con mimo y serenidad para después resurgir de forma incólume y vigorosa. 

Y es que, después de un 28 de mayo en el que vivimos la crónica de una muerte anunciada, el líder del Partido Socialista preparó su nido poco a poco, afincado en La Moncloa, donde las encuestas lanzaban órdagos al mayor, y los medios de comunicación bombas potenciadas por la oposición. Pero de poco le ha valido a la derechita cobarde y a la ultraderechona verde el misil continuo, la mentira y la vejación. De poco ha servido el miedo a una ETA inerte, y los “Txapotes” cantados. De poco les ha servido una campaña de fakenews y espirales del silencio. De poco, de muy poco.

Porque ha pesado más la verdad que la risa ante las víctimas asesinadas por la violencia machista, y su acoso institucional impuesto desde aquella fatídica noche de final del mes de mayo. Porque ha pesado más el respeto a las 859 víctimas de la banda terrorista con la que dicen algunos que ha pactado la izquierda. Una banda que por cierto, dejó de actuar en 2011 y que vive en la memoria oscura desde 2018. Sin embargo hablan de ETA, ETA, ETA, ETA y ETA, pero no hablan de las mujeres asesinadas, que mueren cada día. Eso les ha valido de poco. 

Porque lo que sí le ha valido a la izquierda, desde Sumar hasta el PSOE, es la seriedad. Son los datos. Es el aval internacional ante una política económica que nos convierte por una vez en la locomotora de la Unión Europea. Son las medidas creadas. La subida del Salario Mínimo Interprofesional. La Ley de la Vivienda. La Reforma Laboral (bendita y añorada). La Excepción Ibérica. La subida de las pensiones. La inflación más baja de Europa. La Ley de regulación de la eutanasia y el aborto. Porque lo que si ha valido ante la mentira es la mejora de los derechos de millones de españoles, de los trabajadores, de las mujeres, de toda la ciudadanía, del colectivo LGTBIQ+. Es decir, los Derechos Humanos.

Porque con unos medios de comunicación deplorables, una campaña contra el progreso, el acoso institucionalizado por parte de la oposición, y con una sociedad radicalizada, Pedro Sanchez, o mejor dicho, Perro Sanxe, ha sabido salir victorioso. Que ya lo dice el refrán “Más sabe Perro Sanxe por Perro que por Sanxe”. Que poner unas elecciones un 23 de julio no es descabellado si movilizas al electorado, no lo digo yo, lo dicen los datos de participación. Que darle la vuelta a la broma jocosa de cuñado de barra de bar, y de txapotismo ilustrado, no es tarea fácil. Y lo hizo. Pedro siempre lo hace. 

Pedro es el caballero victorioso al que nos han vendido como un Don Quijote que delira y deambula, pero que lejos de la ficción del antiprogreso es más como el Cid Campeador, una referencia que tanto gusta a la derecha, sobre todo a la muy y mucha derecha. Porque si el Cid viviese en 2023 sería de izquierdas y socialista, como Robin Hood, que no bajaría los impuestos a los ricos porque de eso no vive el Estado de Bienestar ni la clase obrera. Porque si nos han vendido a Pedro como el antihéroe español, él abofetea las barbas con datos de una España exponencial, una España con la menor tasa de paro desde 2008. Una España con la mayor tasa de creación de empleo. 

Porque señor lector, le voy a dar un dato, como diría nuestra querida Yolanda Díaz; España es progreso. España no es la de 1939, por suerte. Es la de 2023. España es para más de 12 millones de votantes una nación libre e igualitaria. Así que no, no subestimen el poder de la izquierda. El de Yolanda, el de Santos Cerdán, o el de María Jesús Montero. Pero mucho menos el de Pedro Sánchez. Por que no, no estaba muerto… ¡estaba de parranda!

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