En el pasado artículo decíamos que Bernie Sanders tenía de su parte el clivaje económico en las primarias demócratas; su programa era el más ambicioso, y por eso los sectores del establishment del partido buscarían un perfil mucho más moderado para competir contra Trump. El resultado ha sido evidente esta semana, con la rotunda victoria del exvicepresidente de Obama, Joe Biden, en el supermartes. Ahora bien, para entender las razones de cómo la carrera por la nominación ha dado un giro radical de Sanders a Biden es necesario entender otro factor fundamental en la política estadounidense: el patrocinio o endorsement.

En un sistema electoral como el estadounidense, donde se elige a una persona antes que a un partido, es bastante frecuente encontrarnos con importantes personalidades políticas (e incluso celebridades ajenas a ella) apoyando públicamente a un candidato, patrocinando o “endorsing”. Hay que tener en cuenta que, en el bipartidismo americano, dentro de los propios partidos existen divisiones muy importantes y no necesariamente alguien del Partido Demócrata será de la simpatía de todos sus compañeros, siendo incluso algunos más cercanos a otros miembros del Partido Republicano.

Ahí radica la importancia de que un “pez gordo” te avale públicamente: te recomienda a los votantes de su estado, te hace salir en las noticias y te da publicidad gratis. Por eso en las primarias de Carolina del Sur, en las que Biden necesitaba ganar para consolidar su posición, el apoyo público del congresista afroamericano Jim Clyburn (el “látigo” encargado de mantener la disciplina de voto en el Congreso y uno de los políticos más influyentes en el país) fue fundamental para arrasar. Concentró todo el voto afroamericano en el exvice y ganó con un 48.7%.

Los dos días siguientes, y previos al supermartes, fueron muy intensos. Los candidatos Tom Steyer, Amy Klobuchar y Pete Buttigieg (siendo este tercero en delegados) abandonan la carrera y deciden apoyar a Biden. Esto conlleva dos consecuencias: por una parte, les ceden los votos de sus delegados en la Convención Nacional, por otra convence a sus potenciales votantes de que apoyen a Biden. Así llega el supermartes, el día de las primarias en el que más delegados se reparten y votan 14 estados al mismo tiempo. Cuatro candidatos con posibilidades reales (Biden, Sanders, Warren y Bloomberg) de los cuales los dos primeros eran los que más podían perder y ganar al mismo tiempo.

El resultado fue la victoria casi absoluta de Biden. Gana en los estados sureños, de tendencia más moderada y con mucha población afroamericana, gracias al apoyo de Terry McAuliffe, exgobernador de Virginia. También Minnesota, que se inclinaba hacia Sanders, pero era el estado de la senadora Klobuchar, por lo que sus votos van a Biden. En Massachussets, estado de Elizabeth Warren y bastante progresista, los votos que iban a Buttigieg (sobre todo clase media blanca y joven) también van a Joe, y gana. Y así se repite la tendencia, mediante apoyos de figuras locales y del resto de candidatos retirados. Al final de la noche Bernie Sanders queda casi sin apoyos, habiendo ganado únicamente en Vermont (su estado), Utah, Colorado y California (el estado más grande). Pero como ya le ocurrió a él la semana anterior, Joe Biden es el que ocupa las portadas. Todo el mundo habla de él y su popularidad aumenta. Comienza el JoeMomentum.

El multimillonario Michael Bloomberg gastó 500 millones de dólares en publicidad para su campaña y acabó ganando únicamente en las islas remotas de Samoa Americana. En la situación prácticamente opuesta Joe Biden consiguió mucha publicidad porque se estaba hablando constantemente de quién le estaba dando su apoyo. Al final hasta el propio Bloomberg cedió, abandonó su carrera y lo avaló como candidato. Así es como se construyen las carreras presidenciales en USA, convirtiéndote en el hombre (o mujer) del momento, ser la comidilla de las tertulias y recabar apoyos de personalidades de todo el país para tu campaña.

En la era de la comunicación que vivimos, mantener el trending topic puede llegar a ser mucho más importante que tener un programa electoral sólido. Mucha gente vota a quien le cae mejor de los que ven en los medios, y es difícil que alguien te caiga mal si siempre que aparece es porque se habla bien de él. Para muchos esto contamina la política, no en vano si Trump es hoy presidente es en parte culpa de que los medios hubieran dado eco a sus discursos en un primer momento. Nos hace replantear el rumbo que debe tomar el cuarto poder en una democracia.

A falta de las primarias en los importantes estados de Michigan y Ohio (los que se pasaron a Trump en 2016 y lo hicieron presidente), la nominación de Biden está casi asegurada de no haber ninguna sorpresa (que vistas las circunstancias siempre las hay). Pero mientras tanto correrán ríos de tinta sobre su persona, y así se reforzará cada vez más su posición. Y es que, aunque parezca un cliché, también se confirma la máxima de que lo más importante en política es tener buena prensa; y contactos.

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