Política, en España, es sinónimo de desprestigio, de cansancio social, de crispación, enfrentamiento, y un largo etcétera de sentimientos que han desembocado en algo casi irreconocible.


España no ha sido un país destinado a la política; no hay una tradición inmensamente longeva tras de sí, ni mucho menos ha sido un acto premiado por la ciudadanía. La política, y más concretamente la democracia, ha sido castigada y represaliada en muchas ocasiones, ya sea por intereses propios, por desgaste, o por intenciones claramente dictatoriales. Son innumerables las ocasiones en las que los regímenes democráticos instaurados en el país han caído, y prueba de ello son las dos repúblicas fallidas. La Dictadura de Miguel Primo de Rivera, la gran mentira, es decir el Franquismo, o incluso las diversas monarquías y reinados que han dirigido la jefatura estatal a lo largo de los siglos son ejemplos de represión directa o indirecta que se ha ejercido desde el poder hacia la propia democracia. ¿En España odiamos la política?

Hoy, 15 de septiembre, y con motivo del Día Internacional de la democracia hacemos una reflexión. No somos el país más demócrata del mundo, ni el que mayor tradición tiene, eso nos ha quedado claro. Seguimos sumergidos en un régimen casi impuesto, y digo casi porque la Constitución de 1978 hizo que votar en contra de la misma fuese un acto antidemócrata que nos devolviese al franquismo. Pero, sin embargo, ¿cuál era la otra opción?, frente al franquismo… pues una monarquía impuesta por el franquismo, ideal. Pero bueno, las bases en las que se instaura la monarquía borbónica actual no nos reúnen hoy aquí. Dejamos ese tema para otro día que seguro es jugoso…

Políticas y definiciones colindantes

¿Qué es la política? La RAE define la política de diversas formas;  “Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.”, “Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.” Pero no, debemos ir más allá, traspasar la cuarta pared, abrir el telón y sumergirnos en las entrañas de la política. Pensar que la política es simplemente la actuación de “los tiranos” que nos gobiernan es un tanto triste. Por eso yo me quedo con esta definición de la RAE: “Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo.”

Para mi la política es nuestra vida, son nuestros entornos, las leyes que imperan en nuestra sociedad, los condicionantes de nuestra propia vida. La política no es algo banal, ni mucho menos algo que pase por nuestra existencia sin dejar huello alguna, no pasa sigilosa, y gracias a la política nuestra existencia tampoco lo es. Nuestros actos son políticos, cuando votamos, cuando opinamos, cuando cumplimos uno de nuestros deberes, pero también cuando reclamamos nuestros derechos. Todos nuestros actos son verdadera política, y eso es inevitable, y mucho menos indiscutible.

Verdaderos apolíticos

Felipe González, Jose María Aznar, Esperanza Aguirre, Santiago Abascal, y ese largo etcétera de políticos españoles representan lo que es la política patria; una absoluta lucha de poder, un juego de mandatarios que no lleva a ningún lugar sensato, pero que nos dirige de cabeza a un apolitismo preocupante, o eso me parece a mí.  ¿Dónde quedó velar por el ciudadano?, ¿Dónde está el interés por el Estado de Bienestar?, ¿Quién tiene la llave maestra para acabar con esta crispación social? Son preguntas que no podemos responder, pero que sin embargo podemos diluir en el tintero de la democracia con actos legítimos, actos que nos hagan confiar de nuevo en los que nos gobiernan.

 “He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”. Charles de Gaulle, primer ministro de Francia entre 1944 y 1946.

Yo lo tengo claro, no odiamos la política, odiamos a los políticos.

Las luchas de poder y el falso bipartidismo

Hablar de bipartidismo parece algo de los tiempos de Cánovas y Sagasta. Los tiempos de los pucherazos y los caciques, de los falsos electores y los elegidos a dedo, que parecen lejanos, aunque la realidad sea otra… La hipocresía del siglo XXI no nos permite verlo, nos tiene ciegos, y crea una falsa ilusión de política que no es la realidad que impera en nuestra sociedad, o al menos en nuestro país.

Este año cumplíamos una década del famoso 15M, del movimiento de reunió a miles de personas con aires de cambio y renovación en La Puerta del Sol. Hace 10 años que nuevos partidos comenzaban a asentar sus bases en un cambio que las calles pedían a voces. Mientras las tiendas de campaña ocupaban el kilómetro 0 de nuestro país, un nuevo juego político entraba en la partida, movía ficha, y desestabilizaba el tablero, aunque la reina y el rey tuviesen siempre los movimientos de su lado.

 Y ¿por qué dices esto? os preguntareis, pues por una razón más que evidente, porque el bipartidismo es la ley suprema de la política nacional, y no concebimos otra batalla que no sea ROJO VS AZUL. Sánchez contra Casado, Zapatero contra Rajoy, Felipe contra Aznar, y una interminable lista de nombres estatales, autonómicos y locales pueden ocupar la totalidad de estas líneas. La pluralidad existe, los gobiernos plurales no, aunque la coalición actual sea lo más parecido que vayamos a conocer como política diversa.

¿Por qué odiamos la política?

Odiar es sinónimo de rechazo, e incluso de miedo. Tememos al poder, al poderoso, al que nos gobierna, al que nos impone la ley. Rechazamos los enfrentamientos, los bandos, la división. Sin embargo, defendemos con uñas y dientes nuestra ideología, incluso teniendo delante personas. Un tanto hipócrita, ¿verdad? Reflexiona, piensa y escucha, ¿Por qué odias la política? La política no puede ser odiada, porque la política son nuestros actos, somos nosotros.

La política está en todas partes y constituye un juego complejo que afecta a todo el mundo. Así es, no somos exagerados, y no podemos serlo. La política es una parte indispensable de nuestras vidas, de nuestras relaciones sociales, de nuestro entorno, pero, sobre todo, de nuestro bienestar y de nuestra economía. Odiar la política es tirar piedras a nuestro propio tejado, independientemente de tu ideología. Odiar la política es el mayor acto de ignorancia que el ser humano puede llegar a cometer.

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