“Soy escritor.” Dos palabras que resuenan con la gravedad de una condena. Esta declaración rotunda intimida a menudo a aquellos de nosotros que, con variados grados de dedicación, nos entregamos a la tarea de ensamblar palabras y tejer relatos. Nos menospreciamos, minimizamos nuestro valor y somos expertos en el autoboicot, permitiendo así que el “síndrome del impostor” tome forma y se arraigue en nosotros como un parásito que devora nuestra ya frágil autoestima.

Pero, si lo pensamos bien, un impostor es alguien que engaña. Y, ¿acaso no es la esencia de un escritor engañar a los demás con historias e inventar realidades? ¿No sería entonces cierto que, en efecto, somos impostores? Y siendo así, ¿sería realmente algo tan reprobable?

Cuando se nos interroga sobre nuestra ocupación y respondemos, casi en un susurro, que somos escritores, suele seguir la coletilla: “Pero es solo un pasatiempo”, murmura fulanito. “Escribo solo para divertirme”, se excusa menganito. Sin embargo, la verdad es que invertimos una cantidad significativa de nuestro tiempo y energía en concebir tramas, construir universos y dar vida a personajes que habitan nuestras tumultuosas mentes, tecleando como si no hubiera mañana.

En el laberinto de la mente de un escritor, donde las palabras son tanto brújula como destino, cada frase es un paso hacia lo desconocido. Somos cartógrafos de emociones, trazando mapas en el papel con tinta que fluye directamente desde el corazón. Nuestros relatos son más que meras secuencias de letras; son espejos del alma, reflejos de la humanidad en toda su complejidad.

Y en este viaje solitario, a menudo nos encontramos en encrucijadas, debatiendo si tomar el camino seguro o aventurarnos por la senda menos transitada. Pero es en la incertidumbre donde la magia se manifiesta, donde las palabras cobran vida y los personajes respiran. Es aquí donde el escritor, ese alquimista de lo imaginario, transforma el plomo de la duda en el oro de la inspiración.

No nos engañemos. Ser escritor no es tarea fácil. Los escritores mantenemos una relación de amor y odio con nuestro talento y somos hábiles para hallar excusas creativas que nos impidan reconocer nuestro valor: otros escriben mejor, tienen ideas más brillantes, y hasta parecen más atractivos y afortunados. Y no olvidemos la “suerte”, ese esquivo factor que todo escritor cree haber perdido. Ni mencionar a las musas, que nos abandonaron hace tiempo, si es que alguna vez estuvieron.

Afortunadamente, los escritores contamos con un antídoto inherente contra esa voz traicionera que nos desacredita como autores. Una pócima secreta que, sumada al pico y la pala de nuestra incansable labor diaria, nos cimenta en la constancia y nos hace invencibles.

Esa arma secreta es nuestra pasión.

Porque, seamos honestos, aunque podamos vernos como meros farsantes o mediocres, en lo que respecta a la pasión por nuestra profesión, nadie nos supera.

Así que, si usted se dedica al noble arte de esculpir pensamientos y transformarlos en palabras para forjar historias, y alguna vez se encuentra con la pregunta: “¿A qué te dedicas?”, responda con convicción, orgullo y la frente en alto: “Soy escritor.”

El autor

Me llamo Juan Oliver, un apasionado de los libros y la literatura. Soy el autor de «El Enigma de las Sombras», una emocionante novela de aventuras para jóvenes. Nací y crecí en Palma de Mallorca, y desde que tengo memoria, los libros han sido mis fieles compañeros. Mi amor por la lectura comenzó con cómics y tebeos, y no tardó en transformarse en una devoción por las novelas, especialmente aquellas de fantasía y ciencia ficción que me transportaban a mundos de magia y misterio.

Aunque me licencié en Historia y mi carrera profesional ha tomado diversos rumbos, mi verdadera vocación siempre ha sido la escritura. A pesar de los desvíos, nunca dejé de soñar con contar historias que cautivaran la imaginación de los lectores, historias que resonaran con la aventura y el asombro que siempre busqué en mis propias lecturas. Escribir es, para mí, no solo un oficio sino una forma de vida, y cada palabra que plasmo es un paso más hacia la realización de ese sueño perenne de ser escritor.

Desde pequeño, siempre me encontraba escribiendo historias, pero fue bajo un seudónimo que publiqué mis primeros cuentos infantiles, de los que cuento con dos libros autopublicados. No obstante, mi verdadera pasión siempre estuvo en compartir aventuras más grandes y emocionantes. Por eso, con persistencia y el deseo de llevar a otros a los mundos que imaginaba, publiqué «El Enigma de las Sombras». Esta novela no solo es mi debut en la literatura juvenil, sino que también da inicio a la trilogía de «Las Crónicas de Sombra & Thelonious». Pronto seguirán «La Revelación de las Sombras» y «El Legado de las Sombras», donde las aventuras y los misterios se multiplican.

Para el futuro tengo muchos otros proyectos en cartera, como escribir una novela negra, y probablemente alguna novela de fantasía, ambas de corte más adulto. Y más adelante, ¿Quién sabe?

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