Lucía Hernández
Sabemos que los libros son fuente de conocimiento, sí. Y de virtudes, también. Sabemos que…
La 34º edición de los premios Goya fue correcta: los presentadores estuvieron en su sitio…
En su menú de degustación, se transparenta la irrenunciable querencia de la firma por comunicar una realidad común y conocida, porque la de Arzak,a pesar de cargarse del ritmo de la alta cocina, es una poesía de la experiencia: el comensal la entiende y, por tanto, tiene donde reconocerse.
Para su diseño solo tuvo que mirar a su alrededor, aunque apenas hizo falta; lo que determinaría la naturaleza de la Tía Pilarín llevaba mucho tiempo exigiendo salir. Se lo sabía de memoria: “En el fondo no tuve que pensar de forma detenida su personalidad; surgió sola, porque siempre he convivido con esas mujeres que representan la pureza, la verdad, y es algo que ya forma parte de mí”.
Su día a día en Baeza tenía mucho que envidiar al de Soria, donde sufrió las tres heridas abiertas por Miguel Hernández -la del amor, la de la muerte, la de la vida- y donde Machado se topó sin pretenderlo con esa unión, esa identidad, que todos anhelamos, entre nuestro paisaje interno y el externo.
Mientras la ciencia ficción ensancha sus límites creando nuevos héroes, el ser humano pervive en su camino hacia la conquista del mundo a través de ese superpoder que nos es tan natural como respirar, pero al que habitualmente infravaloramos.
La 91 edición de los premios es la más abierta que se recuerda en años, así que el equipo de Código Público se moja: los redactores de la sección de Cultura defienden qué nominada merece convertirse en la gran triunfadora de la noche.
Eso fue la noche: la comunión entre símbolos atemporales e inalcanzables, actores dispuestos a reivindicarse de nuevo, como Vanesa Romero o Elena Furiase, y quienes optaban a las cátedras, los nominados.
En la receta de su nuevo filtro de amor, la mejor escritora de literatura juvenil de todos los tiempos echa a su caldero todo lo que encuentra a mano para intentar enamorarnos otra vez: animales monstruosos, bebés intercambiados, artilugios sorprendentes, muggles (o no mags) encantados y un malvado a la altura. Pero el conjuro falla.